La Aventura de los Colores Perdidos



En un pequeño pueblo llamado Arcoíris, todos los colores del mundo eran brillantes y alegres. Sin embargo, un día, un misterioso viento sopló con fuerza y se llevó todos los colores, dejando al pueblo en un blanco y negro apagado.

Los habitantes de Arcoíris estaban muy tristes, pero había un grupo de cuatro amigos que decidió no rendirse. Eran:

- LUCA, el valiente.

- MIA, la creativa.

- TOMI, el curioso.

- y LIA, la sabia.

"No podemos quedarnos así, necesitamos encontrar los colores y devolver la alegría al pueblo", dijo Luca con determinación.

"Pero ¿cómo lo haremos?", preguntó Mia, mientras dibujaba un arcoíris en la tierra con un palito.

"Podemos buscar en el Bosque de los Sueños, allí siempre ocurren cosas mágicas", sugirió Tomi, que nunca había tenido miedo de lo desconocido.

"Sí, pero debemos estar preparados. Los colores son muy traviesos y quizás nos jueguen alguna broma", recordó Lia, que siempre pensaba en los detalles.

Con sus mochilas listas, los cuatro amigos partieron hacia el Bosque de los Sueños. Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde se levantaba un árbol enorme y colorido, que parecía vibrar con la luz del sol.

"¡Miren esos colores!", gritó Mia.

Pero antes de que pudieran acercarse, una pequeña nube apareció y les habló:

"¡Hola, pequeños aventureros! Soy Nimbus, la nube traviesa. Si quieren los colores, deben resolver tres acertijos.

"¿Acertijos? ¡Nos encantaría!", exclamó Tomi, emocionado.

Nimbus sonrió y dijo:

"El primero es: ¿Qué sube pero nunca baja?"

Los amigos comenzaron a pensar. Luca miró hacia arriba y, de repente, gritó:

- “¡La edad! ”

"¡Correcto!", dijo Nimbus, y de un soplo, dejó caer un puñado de brillantes colores.

Pero aún les quedaban dos acertijos por resolver.

"Segundo acertijo: ¿Qué tiene agujeros pero aún puede sostener agua?"

Mia pensó un momento y finalmente dijo:

- “¡Una esponja! ”

Nimbus estaba sorprendido,

"¡Perfecto! Aquí tienen más colores para llevar. Pero ahora deben resolver el último acertijo.

Con una mirada decidida, Nimbus preguntó:

"¿Qué es lo que corre y no tiene patas?"

Todos se miraron un poco confundidos. Lia subió un poco la cabeza y dijo:

- “¡El agua! ”

Nimbus no podía creerlo.

"¡Grandioso! Ahora tienen todos los colores de vuelta. Pero recuerden, los colores tienen vida propia. Para que regresen a Arcoíris, deben aprender a compartir y cuidarlos con amor."

Los amigos, felices, recogieron los colores extraídos del árbol, llenando sus mochilas hasta los topes.

"¡Vamos a hacer que Arcoíris brille como nunca!", dijo Luca.

"Sí, y cada color tendrá una historia que contar", añadió Mia.

Cuando regresaron al pueblo, comenzaron a pintar las casas, los árboles y las calles, llenando todo de alegría y color. Pero notaron algo: algunos colores eran muy traviesos, se deslizaban entre las manos como si jugaran a esconderse.

"¡No podemos atraparlos!", se quejó Tomi.

Lia, con una sonrisa, les dijo:

"Deberíamos pedirles que hagan lo que quieran, pero que siempre regresen a nosotros. Los colores son como amigos, tienen que ser libres."

Así fue como decidieron jugar con los colores, creando competiciones en las que todos podían participar. Los colores bailaban, saltando de un lado a otro, ¡y nunca más se marcharon!

El pueblo de Arcoíris volvió a ser un lugar lleno de vida, y los amigos aprendieron una gran lección: los colores, como los amigos, son para disfrutar, compartir y cuidar. Y así, cada vez que veían un arcoíris en el cielo, sonreían al recordar su gran aventura.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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