La Aventura de los Colores Perdidos



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Colorete, donde todos los días el sol brillaba y el cielo siempre era azul. Pero, un día, algo extraño sucedió: los colores comenzaron a desaparecer. Primero fueron los árboles, que se quedaron sin su verde vibrante. Luego, las flores se marchitaron y se volvieron grises. Los habitantes de Colorete estaban preocupados.

En este pueblo vivían dos amigos llamados Pablo y Sofía. Eran curiosos y siempre estaban listos para una nueva aventura. Cuando vieron que sus queridos colores se estaban esfumando, se miraron con preocupación.

- “Sofía, ¿viste que los colores se van? ” - preguntó Pablo, mientras señalaba un árbol marchito.

- “Sí, Pablo, es como si alguien se hubiera llevado toda la alegría del pueblo” - respondió Sofía, apretándose su gorra.

Decidieron que no podían quedarse de brazos cruzados y emprendieron una búsqueda para encontrar los colores perdidos. Agarraron una mochila, metieron algunas galletas y una linterna para el camino.

- “Primero tenemos que buscar en la colina de las Nubes” - sugirió Pablo.

- “¡Buena idea! Tal vez ahí encontramos algo” - contestó Sofía, emocionada.

Caminaron y caminaron, hasta que llegaron a la colina. Allí encontraron una puerta mágica que parecía hecha de cristal. Al empujarla, se dio paso a un mundo lleno de colores brillantes. Sin embargo, había un problema: un dragón de colores también estaba ahí, pero en lugar de mostrarles su fuerza, parecía triste.

- “Hola, dragón. ¿Por qué estás tan triste? ” - preguntó Sofía al verlo con lágrimas en los ojos.

- “Una vez fui el más colorido de todos, pero perdí mi brillo porque dejé de compartir mis colores con los demás” - dijo el dragón, con voz de melancolía.

- “¡Eso es! Solo necesitas volver a compartir tus colores y así recuperas tu brillo. ¿Verdad, Pablo? ” - dijo Sofía, mirando a su amigo.

- “¡Claro! Cuando compartimos, el mundo se llena de alegría” - agregó Pablo, asintiendo con entusiasmo.

El dragón sonrió por primera vez.

- “¿Me ayudarían a recuperar mis colores? ” - preguntó el dragón.

- “¡Sí, claro! ” - respondieron los amigos a la vez.

Así que comenzaron a ayudar al dragón a compartir sus colores con todo Colorete. Pintaron flores, árboles y casas, mientras el dragón volaba y esparcía su chispa mágica. A medida que compartía más colores, el dragón recuperaba su brillo y los habitantes de Colorete volvían a sonreír.

- “Mirá, Sofía, ¡el cielo está volviendo a ser azul! ” - gritó Pablo con alegría.

- “Y las flores son más hermosas que nunca” - explicó Sofía, mientras observaban cómo el pueblo volvía a cobrar vida.

Finalmente, el dragón volvió a ser el más colorido y feliz de todos los seres, pero ya no pensaba solo en sí mismo.

- “Gracias, amigos. He aprendido que al compartir, todos somos más felices” - dijo el dragón, su corazón lleno de colores.

- “Siempre será así, ¡vamos a hacer de Colorete el pueblo más colorido del mundo! ” - dijo Pablo, mientras sonreía.

Desde aquel día, los colores nunca volvieron a desaparecer, porque el dragón y sus amigos enseñaron a toda la comunidad lo importante que es compartir. Colorete se convirtió en un lugar lleno de alegría, amistad y, por sobre todo, colores. Y así, Pablo y Sofía siguieron explorando, sabiendo que cualquier aventura iba a ser emocionante siempre y cuando la compartan con sus amigos.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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