La aventura de los colores perdidos
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, había una vez un grupo de niños que adoraban pintar. Sus nombres eran Valentina, Lautaro y Sofía. Cada tarde después de la escuela, se reunían en el parque con sus pinceles y colores, creando hermosos murales llenos de vida.
Un día, mientras estaban pintando un enorme arcoíris, notaron que los colores empezaron a desvanecerse.
"¿Qué está pasando con nuestros colores?" - preguntó Valentina, con la voz temblante.
"No lo sé, pero esto no puede ser bueno" - respondió Lautaro, rascándose la cabeza.
"¡Debemos hacer algo!" - exclamó Sofía, sus ojos brillando de determinación.
Los tres amigos decidieron que tenían que averiguar por qué sus colores estaban desapareciendo. Después de preguntar a los ancianos del pueblo, descubrieron que, en lo más profundo del bosque, había un Ser llamado el Guardián de los Colores.
"El Guardián solo aparece cuando la alegría de los niños se ha perdido" - dijo una anciana, su voz llena de sabiduría. "Si quieren recuperar los colores, deben encontrar su risa y alegría".
Los amigos se miraron con preocupación, pero también con valentía.
"¡Vamos al bosque!" - dijo Lautaro, decidido.
Así que, con una mochila llena de pinturas y bocadillos, partieron hacia el bosque. Mientras caminaban, comenzaron a contar chistes y jugar a adivinanzas. Pronto, sus risas llenaron el aire, pero al llegar al corazón del bosque, se encontraron con el Guardián. Era una criatura mágica con un cuerpo de arcoíris y ojos que brillaban como estrellas.
"¿Por qué están aquí, pequeños?" - preguntó el Guardián con una voz suave.
"Venimos a recuperar nuestros colores" - respondió Valentina, con firmeza. "Queremos llenarlos de alegría nuevamente".
"¿Y qué creen que hará falta para eso?" - sonrió el Guardián, mientras les mostraba su cuerpo de luces.
"¡Risas!" - gritó Sofía. "¡Tenemos que seguir riendo!"
El Guardián les explicó que los colores habían desaparecido porque muchos niños habían dejado de jugar y reír. Ahora, para recuperar los colores perdidos, debían unir a los niños del pueblo y hacer que jugaran juntos otra vez.
"¿Y cómo lo hacemos?" - preguntó Lautaro.
"¡Con un gran festival de colores!" - exclamó el Guardián. "Reúnan a todos y hagan que sus risas retumben en el bosque".
Los niños, emocionados, regresaron al pueblo y organizaron el festival. Pintaron pancartas, prepararon juegos y decoraron todo con lo que más les gustaba: colores vibrantes y risas contagiosas. En el día del festival, todos los niños y sus familias llegaron al parque. El ambiente estaba lleno de alegría y música.
A medida que todos jugaban y reían, algo mágico empezó a suceder. El aire se llenó de colores que llenaron el arcoíris que habían pintado. El Guardián, desde el bosque, observaba emocionado cómo la risa de los niños devolvía vida a sus colores.
"¡Miren! ¡Vuelven los colores!" - gritó Valentina, con los ojos iluminados.
El pueblo se llenó de alegría, y mientras todos bailaban y reían bajo el sol, el Guardián apareció ante ellos.
"Gracias, pequeños, por recordar la importancia de la alegría y la amistad" - dijo el Guardián, mientras extendía sus brazos y llenaba el cielo de luces.
Los niños, al ver los colores brillar como nunca, sintieron en sus corazones la satisfacción de haber logrado algo increíble.
Desde ese día, nunca dejaron de jugar ni de pintar. Y cada vez que veían un arcoíris, sabían que era un recordatorio de que la risa y la amistad son los verdaderos colores de la vida.
FIN.