La Aventura de los Cuatro Vientos



En un pequeño pueblo llamado Brisaville, vivían cuatro amigos: Lía, la soñadora; Leo, el ambicioso; Simón, el sabio; y Tiza, la valiente. Un día, mientras jugaban en el bosque, encontraron una antigua brújula que proyectaba una luz brillante.

"Mirad, ¿qué será esto?", preguntó Lía, observando la brújula con curiosidad.

"¡Vamos a descubrirlo!", exclamó Tiza con entusiasmo.

Al activarse, la brújula comenzó a girar y, de repente, se detuvo apuntando hacia el Gran Monte, un lugar misterioso del que se contaban muchas leyendas.

"Dicen que en la cima del Gran Monte hay un poderoso tesoro que puede conceder un deseo a quien lo encuentre", comentó Leo, frotándose las manos.

Los cuatro amigos decidieron seguir la brújula. En su camino, se encontraron con un sabio anciano sentado bajo un árbol.

"¿A dónde van, jóvenes? Les veo con el brillo de la ambición en los ojos", les dijo el anciano.

Simón, el más reflexivo, contestó:

"Buscamos el tesoro del Gran Monte. Queremos usar su poder para ayudar a nuestro pueblo."

El anciano sonrió con complicidad y dijo:

"El poder puede ser tentador. Pero recuerda, la ambición sin propósito puede llevar a la destrucción. Uno debe tener siempre en cuenta el bien de los demás."

Tras las palabras del anciano, los amigos continuaron su viaje hacia la cima. En el camino, se enfrentaron a un arroyo caudaloso.

"Necesitamos cruzarlo", dijo Tiza.

"Yo puedo saltar, pero todos necesitan pasar", añadió Leo, que se sentía intrépido.

En ese instante, Tiza tuvo una idea:

"Podríamos construir un puente con troncos. Así, todos podrán cruzar. No podemos dejar a nadie atrás."

Leo, insistente, insistió:

"Pero eso tomará mucho tiempo. ¡Y si alguien más encuentra el tesoro primero!"

"El tesoro no servirá de nada si no ayudamos a quienes nos rodean", replicó Lía.

Todos estuvieron de acuerdo en que era mejor construir el puente. Una vez cruzado el arroyo, llegaron a un claro donde se encontraba una cueva brillando con una luz resplandeciente.

"¡Debemos entrar!", gritó Leo emocionado.

"¿Y si hay peligros dentro?", preguntó Tiza, mirando a sus amigos.

"No hay que temer si estamos juntos", respondió Simón.

Adentrándose en la cueva, encontraron el tesoro: una piedra brillante en forma de corazón. Al tocarla, todos sintieron una energía poderosamente cálida.

"¿Qué deseo haremos?", preguntó Lía entusiasmada.

"Yo deseo ser el más poderoso del pueblo", exigió Leo, delante de los demás.

Pero al intentar tocar la piedra, esta empezó a oscurecerse.

"¡Mirá! La piedra no reacciona bien a la ambición desmedida!", gritó Tiza.

"¿Qué podrá desear entonces?", reflexionó Simón.

Al final, el grupo decidió:

"Deseamos que nuestro pueblo prospere y que todos sean felices".

En ese instante, la piedra brilló intensamente, llenándose de colores. Todo el pueblo se iluminó y la alegría creció. Los amigos aprendieron que el verdadero poder resides en la unidad y el amor que se comparte.

Regresaron a Brisaville, donde la vida parecía más colorida y feliz. La brújula se convirtió en un símbolo de su aventura y del valor de la amistad.

"Hoy aprendimos algo muy importante", dijo Lía al mirar a sus amigos.

"Sí", concordaron todos, "La ambición es buena, pero solo si se usa para el bienestar de quienes amamos."

FIN.

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