La Aventura de los Derechos del Niño



Era un soleado día en el pueblito de Arcoíris, donde vivían Ana, un hada curiosa, y su amigo Leo, un valiente león de pelaje dorado. Siempre que Ana y Leo se juntaban, se embarcaban en emocionantes aventuras, pero esta vez, algo diferente sucedió.

Un día, mientras volaban sobre el pueblo, Ana vio algo extraño en la plaza: ¡los niños del pueblo parecían preocupados! Volaron hacia allí y se acercaron a Sofía, una niña que tenía un gran libro en sus manos.

- ¿Qué te pasa, Sofía? - preguntó Ana, preocupada.

- Es que en la escuela nos enseñaron sobre los derechos del niño, pero no todos los niños de Arcoíris los conocen - explicó Sofía con su mejilla arrugada en una mueca de tristeza.

- Eso no puede ser - dijo Leo, sacudiendo su melena con determinación. - ¡Debemos ayudar a todos los niños a conocer sus derechos!

Ana y Leo decidieron organizar una gran aventura para enseñar a sus amigos sobre los derechos del niño. Se les ocurrió que realizaran un recorrido por el pueblo, donde cada niño pudiera compartir un derecho y aprender de los demás. Se pusieron manos a la obra y comenzaron a crear invitaciones mágicas.

Al día siguiente, todo Arcoíris se llenó de emoción. En la plaza, Ana y Leo levantaron un gran cartel que decía "¡Derechos para Todos!". Con un chasquido de sus manos y una chispa de magia, empezaron.

- ¡Bienvenidos a la Aventura de los Derechos! - gritó Ana, mientras Leo hacía un bello rugido de bienvenida.

Los niños fueron llegando, intrigados y alegres. Sofía se subió a un pequeño escenario y comenzó:

- El primer derecho de todos es a ser escuchados. ¡Cada uno de nosotros tiene una voz! - dijo con firmeza.

- ¡Yo quiero hablar! - interrumpió Lucas, un niño que siempre estaba en la retaguardia. - Mi derecho es a aprender. Quiero ir a la escuela, al igual que ustedes.

Ana sonrió y dijo:

- ¡Exacto, Lucas! Todos los niños tienen derecho a la educación.

En ese momento, una nube pasó volando y se acercó al grupo. Era Nube, un pequeño y travieso duende que siempre estaba dispuesto a jugar.

- ¡Hola, chicos! - saludó Nube. - Me he enterado de la aventura. ¿Puedo unirme?

- ¡Claro! Mientras más seamos, más derechos aprenderemos - contestó Leo.

Nube había escuchado que había derechos que muchos niños no conocían. Se le ocurrió hacer un juego de preguntas sobre los derechos del niño para que todos pudieran participar juntos.

- Vamos a jugar a “¿Quien sabe más? ” - propuso el duende, y todos los niños se pusieron muy contentos.

Después de varios juegos y risas, Leo hizo una pausa y observó a todos con atención:

- Creo que lo más importante es que entendamos que los derechos no son un simple papel. Son para protegernos y hacernos felices.

De repente, un estruendo hizo que todos se quedaran en silencio. Era Dontron, el temido ogro del bosque que siempre había asustado a los niños.

- ¡Detenidos! - gritó Dontron con voz retumbante. - No quiero que hablen de derechos. ¡No los necesitan!

Sofía, valiente como nunca, se adelantó y dijo:

- ¡Eso no es cierto, Dontron! Todos los niños necesitan conocer sus derechos porque son importantes.

Dontron se sorprendió al ver a todos los niños desafiándolo con su valentía. Se quedó en silencio, y un sonido suave salió de su enorme barriga, como si se estuviera riendo.

- ¿Pero, qué saben ustedes sobre los derechos? - preguntó, curioso.

- Podemos enseñarte, Dontron - dijo Ana. - Si quieres, podemos hablar sobre lo que aprendimos hoy. ¿Qué tal si te unes a nosotros?

El ogro dudó un momento, pero al ver la alegría en el rostro de los niños, aceptó. Juntos, comenzaron a contares sobre los derechos de los niños, y poco a poco, la actitud de Dontron cambió.

Después de un rato, el ogro se puso nostálgico y dijo:

- Ahora que lo pienso, yo también quiero un derecho. Quiero ser amigable. Nunca nadie me ha enseñado sobre eso.

- ¡Claro que sí! - dijo Leo. - Todos pueden aprender sobre la amistad.

La plaza de Arcoíris se llenó de risas y juegos, ahora con un ogro amigo. Al finalizar la jornada, Ana, Leo, Sofía, Lucas, Nube y hasta Dontron se sentaron juntos para hablar sobre los sueños y derechos de cada uno.

- Cada niño merece ser escuchado, ir a la escuela, jugar libremente y ser querido - concluyó Sofía.

- ¡Y ser aceptado, como Dontron! - agregó Nube, riendo.

Dontron se sintió feliz al sentirse parte de algo tan especial. Prometió ayudar a que otros niños también conocieran sus derechos y desde entonces, se convirtió en un defensor de los derechos para todos los niños de Arcoíris.

Y así, en el pueblito de Arcoíris, los niños aprendieron que conocer y defender sus derechos era una aventura maravillosa y que todos, aun los más grandes y temidos, podían ser incluidos en su historia.

Juntos, hicieron de su mundo un lugar más amable y respetuoso, donde cada niño sabía que sus derechos eran importantes y que todos podían vivir felices.

FIN.

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