La Aventura de los Exploradores del Tiempo



Era un soleado lunes en la escuela Fava de Esteban, donde los niños de cuarto grado estaban emocionados por su nueva clase sobre pueblos originarios nómadas y sedentarios. La maestra, la señora Laura, les explicó que hoy harían algo diferente.

"Buenos días, chicos. Hoy vamos a convertirnos en exploradores del tiempo", anunció la señora Laura con una sonrisa, levantando un objeto misterioso que había traído consigo.

Los niños miraron con curiosidad, y uno de ellos, Pablo, levantó la mano:

"¿Qué es eso, señora Laura?"

"Es un antiguo reloj que vamos a usar para viajar en el tiempo y conocer distintos pueblos originarios. ¿Listos para la aventura?"

Los chicos gritaron al unísono: "¡Sí!". La señora Laura giró la manecilla del reloj y, en un parpadeo, se encontraron en una pradera enorme, rodeados por el canto de aves y el sonido del viento.

"Estamos en la época de los pueblos originarios nómadas", explicó la señora Laura. "¡Vamos a conocer a los miembros de una tribu!"

Los niños se adentraron en la pradera y rápidamente se encontraron con una familia de pueblos originarios que se movían con sus animales. Allí conocieron a una niña llamada Iara, quien les enseñó sobre su vida en movimiento, recolectando frutos y cazando.

"¿No se aburren de estar siempre en movimiento?" preguntó Sofía, una de las niñas del grupo.

"¡Para nada! Vivir así es emocionante, nunca sabemos qué aventuras nos esperan en el camino" respondió Iara, sonriendo.

Mientras hablaban, el cielo comenzó a nublarse y, de repente, un torrencial aguacero cayó sobre ellos. La señora Laura, preocupada, dijo:

"¡Rápido, hay que buscar refugio!"

Los niños y Iara corrieron hacia una cueva cercana. Dentro de la cueva, se dieron cuenta de que había pinturas en las paredes.

"¡Miren!" gritó Gabriel, apuntando. "Son dibujos de animales y de su vida cotidiana".

"Sí", dijo Iara. "Cada dibujo cuenta una historia sobre nuestra comunidad".

Los niños comenzaron a hacer sus propias historias mientras Iara les hacía preguntas sobre sus vidas. La lluvia cesó y, al salir de la cueva, se dieron cuenta de que la pradera se había transformado en un hermoso arcoíris.

"Ahora vamos a viajar a la época de los pueblos originarios sedentarios", dijo la señora Laura mientras giraba nuevamente el reloj.

Esta vez, aterrizaron en un lugar donde las casas estaban hechas de barro y paja. Al acercarse, conocieron a un niño llamado Nahuel, quien los llevó a su comunidad y les mostró cómo cultivaban alimentos y tejían increíbles canastas.

"¡Esto es genial!" exclamó Tomás, que estaba interesado en aprender a hacer las canastas.

"Podés quedarte aquí y aprender", ofreció Nahuel.

Los niños quedaron cautivados con la vida sedentaria y cómo cada miembro de la comunidad tenía su papel importantísimo. Pero la alegría no duró mucho.

De repente, un fuerte viento comenzó a soplar, y la señora Laura, al darse cuenta, dijo:

"¡Es hora de volver! Este viento no es normal. ¡Rápido, al reloj!"

Mientras corrían hacia el reloj, se dieron cuenta de que un grupo de jóvenes de la tribu los seguía, curiosos por el misterioso objeto. Con un giro rápido, lograron regresar al aula de la escuela Fava.

Los niños estaban todos emocionados y llenos de historias que contar.

"No puedo creer que viajáramos en el tiempo", decía Sofía, todavía aturdida.

"Y conocimos a Iara y Nahuel", añadió Tomás.

La señora Laura sonrió, y les preguntó:

"¿Qué aprendieron de esta experiencia?"

"Que cada tipo de vida tiene su belleza", dijo Pablo.

"Y que es importante respetar y aprender de las distintas formas en que viven las personas", añadió Gabriel.

Con ese aprendizaje en sus corazones, los niños entendieron que las experiencias vividas no solo podían encontrarse en libros, sino en las historias de aquellos que habían recorrido caminos diferentes a los suyos. Y así, la aventura en la escuela Fava de Esteban no solo fue memorable, sino también una sabia lección sobre la diversidad y el respeto hacia los pueblos originarios del mundo.

Desde ese día, cada vez que miraban el viejo reloj en el aula, recordaban su increíble aventura como exploradores del tiempo y el valor de cada cultura en el planeta.

FIN.

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