La Aventura de los Flamencos y la Coral



En un mágico lago de la selva misionera, vivía una bandada de flamencos. Con sus alas de un hermoso color rosa, eran la envidia de todos los animales que vivían cerca. Sin embargo, a pesar de su belleza, los flamencos eran un poco arrogantes y no siempre compartían su alegría con los demás.

Un día, Lauri, una flamenca joven y curiosa, decidió explorar más allá de su lago. "Hoy quiero ver el mundo que está más allá de mis alas"-, se dijo a sí misma. Con una gran sonrisa, se despidió de sus amigos y comenzó su aventura.

Mientras volaba, Lauri se encontró con Beto, un pequeño sapo que practicaba su salto en la orilla de un arroyo. "Hola! ¿Puedo jugar contigo?"-, preguntó Lauri alegremente.

Beto lo pensó por un momento. "Me encantaría, pero no puedo llegar a donde tú vuelas"-, respondió.

Lauri decidió que podía ser creativa. "¡Ya sé! Puedo ayudarte a saltar más alto. Ven, agárrate de mi pata mientras vuelo"-, propuso.

Así, Beto se subió a una de las patas de Lauri, y juntos se lanzaron al aire. El viento soplaba con fuerza y Lauri se sacudía con alegría mientras Beto gritaba lleno de emoción. "¡Esto es increíble!"-

Pero, justo cuando Lauri se sentía como una reina del aire, una serpiente coral, famosa por sus colores brillantes y venenosos, apareció en su camino. Era Carmen, una serpiente sabia pero temida.

"¡Cuidado!"-, gritó Carmen. "¡Bajo el lago, los flamencos deben aprender a ser humildes! ¡No valoran a los que están cerca!"-

Lauri, asustada, se tambaleó y Beto se cayó al agua. "¡Beto!"- gritó, pero la corriente lo arrastró lejos. Fue entonces cuando Carmen se acercó a Lauri y le dijo: "Tu amigo necesita ayuda. Si no aprendes a compartir y valorar a los demás, podrías perderlo para siempre"-.

Sintiendo un dolor en su corazón, Lauri dejó de pensar solamente en ella y en su vuelo. "¡Debo encontrar a Beto! Quiero ayudarlo"- exclamó, mirando a Carmen.

Carmen asintió. "Para rescatarlo, hay que trabajar juntos. Tu belleza no sirve de nada si no hay cariño en tu corazón"-.

Con un nuevo entendimiento, Lauri y Carmen se lanzaron a la búsqueda de Beto.

Por todo el lago, llamaron a Beto. "¡Beto!"- gritaban a coro. Lauri utilizó sus alas para apartar las ramas que obstruían el camino y Carmen, con su movimiento ágil, se deslizó entre las piedras del lecho del arroyo.

Después de una larga y esforzada búsqueda, finalmente encontraron a Beto aferrado a una rama. "¡Beto, estoy aquí!"- exclamó Lauri, emocionada. "Toma mi pata, yo te sacaré"-.

Riguroso y con gran esfuerzo, Lauri tiró de Beto mientras Carmen la ayudaba con su fuerza. Juntos, lograron rescatarlo. Beto, aunque empapado, sonreía felizmente. "¡Lo logramos!"- dijo.

Recuperados y felices, los tres se sentaron a orillas del lago. "Nunca pensé que necesitarías mi ayuda, Lauri"-, dijo Beto.

"Ni yo sabía lo importante que era tener amigos cerca"-, respondió Lauri. "Gracias Carmen, aprendí demasiadas cosas hoy"-.

Desde ese día, los flamencos no solo volaban y mostraban su belleza, sino que también se unieron a los demás animales para compartir su alegría, valores e historias. Lauri siempre recordaría que, aunque sus alas eran bellas, su verdadero valor estaba en su corazón y en cómo trataba a los demás.

Y así, el lago se llenó de risas, juegos y amistad, donde todos, desde los flamencos hasta los sapos y las serpientes, aprendieron a celebrar juntos las maravillas de la vida.

FIN.

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