La Aventura de los Gigantes Antiguos



Era un día soleado en la sala de investigadores del colegio, y los niños y las niñas estaban llenos de curiosidad sobre el mundo antiguo. Entre risas y juegos, una de las pequeñas, Sofía, dijo:

"¿Y si encontramos algo extraordinario que los grandes científicos no han descubierto?"

Todos se miraron emocionados. Julián, que siempre quería ser el líder de las aventuras, propuso una idea:

"¡Vamos a buscar pistas sobre lo que había en la Tierra antes que nosotros!"

Y así, comenzaron con su gran aventura. Reunieron sus lupas, cuadernos y colores, y salieron al patio del colegio. Mientras cavaban en la tierra, encontraron unas antiguas huellas enormes.

"¡Miren esto!"

gritó Ana, señalando las marcas.

"Estas no pueden ser huellas de un perro, son enormes..."

Mientras indagaban más sobre las huellas, un libro que había caído en un rincón polvoriento de la biblioteca les llamó la atención. Era un libro sobre criaturas prehistóricas y su historia.

"¡Debemos leerlo!"

propuso Juan, que era el más buscador de libros de la sala. Una vez que abrieron el libro, se sumergieron en un mundo lleno de criaturas gigantes, tales como los dinosaurios y mamuts.

"¡Guau! No sabía que existían esos animales tan grandes"

exclamó Emilia.

"¿Y si están aquí, bajo nuestros pies?"

La idea los emocionó. Decidieron seguir buscando en otras áreas del colegio. Así, comenzaron a explorar el gimnasio y el patio trasero, donde, de repente, escucharon un ruido muy extraño.

"¿Qué fue eso?"

preguntó Julián, casi con miedo.

"Vamos a ver, no puede ser nada malo..."

Sofía tomó la delantera, y los demás la siguieron. En un rincón detrás de los arbustos, encontraron un enorme tronco de un árbol, y allí, ¡algo increíble sucedió!

De repente, un pequeño dinosaurio de peluche saltó de entre las ramas.

"¡Sorpresa!"

gritó una niña que se había escondido detrás, era Clara, su amiga, que había planeado una broma.

"Pensé que era un dinosaurio de verdad..."

se rió Ana.

"No podemos dejar que esta aventura termine aquí. No es solo una broma, debemos hacer algo con lo que encontramos."

Y así, juntaron sus recursos; incluyendo plastilina, cartones y papel reciclado, para crear un museo de las criaturas que habían descubierto.

"Decoraremos estos dibujos con colores brillantes y enseñaremos a otros sobre ellos, así la aventura seguirá, aunque no haya criaturas vivientes aquí"

decidió Julián.

Pasaron varias semanas trabajando en su museo. Cada día investigaban más, escribían sobre lo que aprendían, dibujaban y compartían sus historias.

Finalmente, el día de la inauguración llegó. Invitaron a otros compañeros de la escuela a visitar su museo de colosales criaturas. El aula se llenó de risas y admiración.

"¡Esto es genial!"

dijo un amigo al ver sus creaciones.

"Nunca pensé que los dinosaurios fueran tan interesantes"

exclamó otro.

Los niños y niñas se sintieron orgullosos de su trabajo.

"Aventura no solo significaba buscar, sino también aprender y compartir"

comentó Sofía, mientras los demás asintieron con la cabeza.

Ahora, cada vez que se sientan en su sala de investigadores, saben que en su interior llevan el espíritu de los gigantes que habitaron la Tierra y que la curiosidad siempre los llevará a nuevas aventuras.

FIN.

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