La Aventura de los Hermanos en la Tierra de los Siete Colores



Había una vez, en un rincón encantado de Argentina, dos hermanos llamados Mateo y Lila. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de majestuosos bosques y cascadas que brillaban bajo el sol. Cada día, al despertar, se maravillaban con la belleza del clima y los paisajes que les ofrecía su querido país.

Un día, mientras jugaban cerca del río, un viejo sabio se acercó a ellos. El hombre, con una larga barba blanca y ojos brillantes, les dijo: "He escuchado que andan buscando aventuras. Hay un lugar mágico llamado la Tierra de los Siete Colores, donde la flora y la fauna son tan variadas que parece un paraíso. Pero solo aquellos que valore su hogar y cuiden la naturaleza podrán hallarla."

Mateo, emocionado, preguntó: "¿Cómo lo encontramos, abuelo?"

El sabio sonrió y contestó: "Sigan el camino de los acuíferos, donde el agua canta, y no se olviden de compartir lo que tienen con otros en el viaje."

Lila, pensativa, recordó lo que sus padres les habían enseñado sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y ayudar a los demás, así que aseguró: "No me gustaría que nuestro viaje tormentos o molestias a otros. Debemos ser buenos con la Tierra y entre nosotros."

Con esta idea en mente, Mateo y Lila tomaron una mochila con algunos bocadillos y agua, y partieron hacia su aventura. Durante la travesía, encontraron a varios animales que les dieron pistas sobre la dirección correcta. Un zorro juguetón les dijo: "Sigan el canto del agua, pero cuiden de no ensuciarla, ya que es el hogar de muchos."

Así lo hicieron. Caminaron por bosques densos, donde el aroma de las flores llenaba el aire, y se encontraron con una cascada impresionante. Pero al acercarse, vieron que había basura tirada por todas partes.

"¡Qué horror!" exclamó Lila. "Debemos ayudar a limpiar. Esto no es como cuidamos nuestro hogar. Miremos cómo podemos hacerlo juntos."

Mateo asintió. "Sí, si no cuidamos este lugar, pronto ya no habrá cascadas que admirar. Vamos a recoger la basura. Es nuestro deber proteger la Tierra."

Juntos, empezaron a recoger papeles y plásticos. Se sintieron felices al ver cómo la cascada lucía más limpia con cada acción que realizaban. Mientras hacían esto, unos pájaros que observaban desde las ramas comenzaron a cantar y aplaudirles, como si agradecieran su esfuerzo.

Después de un buen rato, una tortuga anciana se acercó. "Los felicito, jóvenes. ¡Por cuidar el entorno de forma tan generosa! Como recompensa, les concederé tres deseos. Pero usen estos deseos sabiamente."

Mateo, lleno de emoción, dijo: "Quiero ver la Tierra de los Siete Colores. No puedo esperar más."

Lila deseó: "Yo quiero protección para los bosques y que nuestros amigos animales tengan un hogar seguro."

La tortuga sonrió y, tras un suave movimiento de su pata, los llevó volando hacia la Tierra de los Siete Colores.

Los hermanos aterrizaron en un lugar mágico, lleno de arcoíris vibrantes que iluminaban el cielo. Allí, pudieron ver paisajes impresionantes. "¡Mirá las flores!" gritó Lila, admirando los pétalos brillantes.

"Y los animales, ¡son tan hermosos!" dijo Mateo, maravillado por la diversidad de fauna que encontraron.

De repente, notaron que el aire cristalino comenzaba a tornarse gris, como una neblina oscura. "¿Qué está pasando?" se preguntó Lila.

"Me parece que están desechando productos aquí también. Debemos hacer algo. ¡Recordá lo que aprendimos!" indicó Mateo.

Sin pensarlo dos veces, decidieron emprender una campaña de limpieza con los habitantes de la Tierra de los Siete Colores. En el camino, encontraron a otros niños que también amaban a la naturaleza.

"¡Vamos a unirnos para cuidar nuestro hogar!" exclamó uno de los nuevos amigos.

"Podemos plantar más árboles, recolectar basura y decirle a todos lo importante que es cuidar lo que tenemos. Es un valor que aprendimos en casa."

Así, los niños, junto a Mateo y Lila, organizaron una gran jornada de limpieza. Trabajaron en equipo, cantando, riendo y sintiendo que hacían una gran diferencia.

Al final del día, se sentaron a contemplar su obra. La Tierra de los Siete Colores brillaba aún más y presentaba un aspecto radiante.

- “Mirá lo que logramos juntos,” dijo Mateo con satisfacción.

- “Sí, cuando compartimos nuestros esfuerzos, podemos lograr que la Tierra sea un lugar mejor,” concluyó Lila.

Cuando la tortuga volvió para llevarlos de regreso a casa, les dijo: "Han demostrado que el amor y el cuidado hacia la Tierra son regalos valiosos. Recuerden siempre lo que han aprendido. Gracias por ser guardianes de nuestro planeta."

Así, los hermanos volvieron a su hogar, llenos de historias y enseñanzas para compartir con su familia y amigos. Y desde entonces, cada fin de semana, Mateo y Lila se aseguraban de cuidar su entorno, enseñando a otros sobre la importancia de cuidar la Tierra que tanto amaban.

FIN.

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