La Aventura de los Hermanos Pérez



En un barrio alegre y lleno de luz vivían dos hermanos llamados Tomás y Sofía. Ambos eran muy divertidos y siempre inventaban juegos fantásticos para pasar el rato. Sin embargo, había un gran problema que los hacía pelear: la televisión y la tableta.

Un día, después de la escuela, Tomás llegó a casa con un hijo muy feliz. "¡Sofía! ¡Hoy aprendí un nuevo juego en el colegio! Podemos usar la tablet y jugar juntos a un juego de aventuras en línea. ¡Va a ser genial!"- dijo Tomás intentando entusiasmar a su hermana.

Sofía, emocionada pero también un poco posesiva, respondió: "¡Sí! Pero yo primero quiero ver mi programa de televisión favorito. Después jugamos en la tablet, ¿sí?"-

"¡No, Sofía! ¡Siempre ves tu programa primero! A veces me gustaría que jugáramos juntos antes de ver la tele. ¡Esto no es justo!"- protestó Tomás, frunciendo el ceño.

Las diferencias de opiniones comenzaron a caldear el ambiente. Sofía cruzó los brazos y replicó: "¡Pero es mi hora de programa! Siempre tienes que tener lo que querés, ¿verdad?" - Y así comenzó una pequeña discusión, llenando el aire con sus voces y muchos gestos.

Ambos estaban tan ocupados peleando que no se dieron cuenta de que su mamá, doña Clara, estaba escuchando desde la cocina. Ella decidió intervenir. "Chicos, vengan un momento aquí, por favor"- les dijo. Sofía y Tomás se miraron, algo desconcertados, pero fueron hacia donde estaba su madre.

"Ustedes dos son hermanos y deberían apoyarse, no pelear. Miren, ¿qué tal si hacemos un trato?"- sugirió doña Clara. "Voy a poner un temporizador. Tendrán 30 minutos para ver televisión y luego otros 30 minutos para jugar en la tablet juntos. ¿Qué les parece?"-

Tomás y Sofía se miraron dudosamente. "¿Y si no nos llevamos bien mientras jugamos?"- preguntó Sofía de manera cautelosa.

"Eso depende de ustedes. Si siguen peleando, perderán el tiempo y no podrán jugar. Pero si se ayudan y se divierten, ¡podrán tener más tiempo de juego!"-

Los hermanos se sentaron a pensar. La oferta de su madre sonaba justa, además, podían intentar llevarse bien. "Está bien, lo intentemos,"- acordaron a la vez, sonriendo tímidamente.

Entonces, las cosas se pusieron interesantes. A medida que pasaba el tiempo, Sofía veía su programa favorito y Tomás se sentaba a su lado, haciendo comentarios y risas. Cuando llegó su turno de jugar en la tablet, comenzaron a compartir estrategias y ayudarse mutuamente en el juego de aventuras.

"¡Tené cuidado! Hay un monstruo detrás de la roca. ¡Usa la espada!"- decía Sofía. "¡Sí! ¡Bien hecho, hermana! Ahora yo le doy el golpe final!"- respondía Tomás, sintiéndose emocionado por el trabajo en equipo.

Ambos se olvidaron de las peleas pasadas y se enfocaron en derrotar a los monstruos digitales juntos. Al final del día, se dieron cuenta de que era mucho más divertido compartir esos momentos que pelear por cosas materiales.

"¡Mirá, Sofía! ¡Ganamos!"- exclamó Tomás lleno de alegría.

"Sí, y todo gracias a que nos ayudamos. ¡La próxima vez podemos elegir un juego juntos!"- sugirió Sofía, con una sonrisa en su rostro.

A partir de ese día, Tomás y Sofía transformaron sus peleas en risas y trabajo en equipo. Aprendieron que compartir y cooperar era mucho más divertido, y que siempre podrían encontrar una solución juntos. Jugar y distraerse no era el objetivo final, lo que realmente importaba era el tiempo que pasaban como hermanos, disfrutando cada momento al máximo.

Desde entonces, cada vez que se veían tentados a pelear, recordaban la lección de doña Clara y elegían el camino de la amistad y la colaboración, convirtiéndose en los mejores compañeros de juego de todos los tiempos.

FIN.

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