La Aventura de los Nuevos Amigos



Era una tarde soleada en Alajuela y en una casa colorida, tres niños: Mateo, Sofía y Lucas, se encontraban aburridos.

- ¿Qué hacemos hoy? - preguntó Sofía, estirándose en el sofá.

- No sé, pero no quiero quedarme aquí todo el día - respondió Mateo, haciendo una mueca.

- ¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro? - sugirió Lucas, emocionado.

Los tres amigos se miraron con curiosidad.

- ¡Sí! ¡Eso suena genial! - dijo Sofía mientras se levantaba de un salto.

Ellos se pusieron a hacer una lista de pistas. Decidieron que cada uno ocultaría un objeto en la casa y crearía pistas para que los demás lo encontraran.

Mateo escondió su pelota de fútbol en el jardín.

- Mi pista es: "Donde el sol brilla más, ahí se encuentra el balón que te hará jugar sin parar" - dijo Mateo.

Sofía decidió esconder su libro favorito.

- Yo lo pongo en el lugar donde los cuentos cobran vida - explicó sonriendo.

- ¡Buena elección! - comentó Lucas.

Finalmente, Lucas escondió su rompecabezas detrás del sofá.

- Mi pista es: "Para armar una gran historia, deberás buscar... ¡detrás de la comodidad donde decimos que el descanso es nuestro premio!"

Empezaron a buscar, siguiendo las pistas y riéndose juntos. Iban encontrando sus tesoros uno a uno, cuando de repente escucharon un ruido extraño que provenía de la ventana.

- ¿Escucharon eso? - preguntó Sofía, deteniéndose.

- Sí, suena como... un llanto - respondió Mateo, frunciendo el ceño.

- Vamos a ver qué pasa - sugirió Lucas.

Los tres amigos se acercaron a la ventana y vieron a un perro pequeño, mojado y temblando, en la lluvia que comenzaba a caer.

- ¡Pobre perrito! - exclamó Sofía.

- ¿Qué hacemos? - preguntó Mateo preocupado.

- ¡Vamos a ayudarlo! - dijo Lucas con determinación.

Sin pensarlo dos veces, los niños salieron corriendo hasta el perro.

- Ven aquí, amiguito - dijo Sofía, agachándose y extendiendo su mano.

- No tengas miedo - agregó Mateo, sonriendo.

El perro se acercó a ellos, moviendo su cola. Estaba claro que necesitaba compañía.

- Creo que está perdido - dijo Lucas.

- Si, debe de estar muy asustado - dijo Sofía.

Decidieron llevarlo adentro de la casa para resguardarlo de la lluvia.

- Vamos a secarlo y darle algo de comer - dijo Mateo, mientras el perro se acomodaba a su lado.

- ¿Cómo lo llamamos? - preguntó Lucas.

- Podríamos llamarlo —"Chispa" , porque parece tener mucha energía - sugirió Sofía.

- ¡Me encanta! - exclamó Mateo.

Una vez seco y alimentado, Chispa se convirtió en parte de su aventura. Juntos jugaron, se rieron y se dieron cuenta de que ayudar a alguien en necesidad les había hecho vivir una experiencia aún mejor que la búsqueda del tesoro.

- Miren, Chispa es como el verdadero tesoro - dijo Lucas mientras el perro ladraba feliz.

- Sí, a veces lo que encontramos no son solo cosas, sino amigos - reflexionó Sofía.

La tarde terminó en risas y nuevos juegos. Chispa había llegado a sus vidas para quedarse.

- Este fue el mejor día de todos - dijo Mateo mientras acariciaba al perro.

- Y todo porque decidimos ayudar - añadió Sofía.

- ¡Sí! La verdadera aventura fue hacernos amigos de Chispa - concluyó Lucas.

Desde ese día, los tres amigos sabían que siempre hay tiempo para jugar, pero también hay que tomar un momento para ayudar a los demás. Y Chispa siempre estaría con ellos, como un recordatorio de su gran día.

Y así, en una casa de Alajuela, la amistad, la diversión y la solidaridad se convirtieron en sus mayores tesoros.

FIN.

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