La Aventura de los Tareas Perdidas



Era un soleado día en el barrio de Villa Esperanza. Sebastián, Santiago y Dania estaban listos para pasar una tarde divertida en el parque, pero había un pequeño problema: las tareas del hogar aún estaban sin hacer. Dania, la más pequeña, estaba sentada en el sofá, mirando su serie favorita mientras sus amigos recolectaban juguetes esparcidos por la sala.

"Dania, ¿no vas a ayudar?" -preguntó Sebastián con una sonrisa, mientras ordenaba un par de pelotas.

"No, chicos, ¡estoy muy ocupada viendo mi programa!" -contestó Dania sin apartar la vista de la pantalla.

Santiago se acercó a Dania y la miró con complicidad.

"Sabés que si no ayudás, no podremos ir al parque. Todo tiene que estar ordenado primero. ¡Ven, será divertido ayudarnos entre todos!"

Dania frunció el ceño. No le gustaba la idea de dejar su serie, pero tampoco quería perderse la salida al parque.

"Pero yo no quiero cargar con esas tareas, siempre son lo mismo. ¡No es justo!" -se quejó.

"A veces hay que hacer cosas que no nos gustan para disfrutar de las que sí. Así funciona la convivencia" -respondió Sebastián con madurez.

"Además, se siente bien ayudar a los demás. Una vez que termine nuestras tareas, ¡podremos jugar más tranquilos!" -agregó Santiago con entusiasmo.

Dania miró a sus amigos y vio la determinación en sus rostros.

"Está bien, voy a intentar" -dijo, aunque un poco a regañadientes.

Así que se levantó y comenzó a recoger sus juguetes. Sin embargo, al ver que era más divertido trabajar en equipo, sus amigos no tardaron en hacerla sonreír.

"¡Mirá, Dania! Si apilamos las almohadas juntas, es como hacer un castillo. ¡El rey Sebastián te espera en el trono!" -exclamó Santiago riendo.

Poco a poco, las tareas se fueron haciendo más amenas. Dania empezó a reír y a disfrutar el momento.

"Esto no es tan malo, después de todo. ¡Más rápido!" -gritó mientras ayudaba a Sebastián a organizar los libros.

Cuando terminaron, no solo el lugar estaba limpio, sino que también había un nuevo espíritu de diversión entre ellos.

"¡Bien hecho, equipo! Ahora sí, ¡vamos al parque!" -dijo Sebastián con entusiasmo.

"Y con una misión especial, ¡el primer grupo que llegue tiene que hacer un baile de la victoria!" -propuso Santiago, y todos rieron a carcajadas.

El parque estaba lleno de alegría, y todos los niños estaban jugando. Al llegar, Dania se dio cuenta que, aunque había estado a punto de perderse una gran aventura, aprendió que asumir responsabilidades en equipo puede ser divertido y gratificante.

"Desde ahora, prometo ayudar más. ¡Las tareas son menos aburridas si las hacemos juntos!" -declaró Dania.

Y así, los tres amigos disfrutaron su día en el parque, recordando que la responsabilidad no solo es un deber, sino una forma de hacer de las cosas, una aventura llena de risas.

FIN.

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