La Aventura de los Tres



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivían tres grandes amigos: Sofía, Tomás y Valentina. Durante los recreos del colegio, soñaban con viajar y conocer el mundo más allá de su amado lugar. Un día, en la plaza, Sofía dijo emocionada:

"¡Chicos! ¿Se imaginan ir a la selva? ¡Podríamos ver tucanes y monos!"

Tomás, que siempre había sido el más aventurero, respondió:

"¡Sí! Pero primero deberíamos hacer una lista de todo lo que necesitamos. ¡Una buena aventura debe estar bien planificada!"

Valentina, un poco más cautelosa, los miró con una sonrisa.

"Está bien, pero también debemos asegurarnos de que tengamos suficiente dinero para el viaje. ¡No quiero quedarme atrapada en la selva!"

Se sentaron en una banca, sacaron una hoja de papel y empezaron a hacer la lista. Mientras escribían, Valentina tuvo una idea brillante.

"Podemos vender limonada y galletitas en los fines de semana. ¡Así juntamos para el viaje!"

Los tres amigos decidieron poner en marcha su plan. Durante varias semanas, se levantaron temprano los sábados y domingos para preparar limonada fresca y galletitas de chocolate. La gente del barrio los apoyó y compraba con gusto, sabiendo que estaban ahorrando para su gran aventura.

Un día, mientras contaban las monedas, Tomás se emocionó y exclamó:

"¡Ya tenemos suficiente, chicos! ¡Es hora de hacer las reservas!"

Sin embargo, cuando realizaron las cuentas, se dieron cuenta de que el monto no alcanzaba para el viaje que habían imaginado. Sofía suspiró y dijo:

"Tal vez deberíamos elegir un destino más cercano."

Valentina, con un gesto pensativo, sugirió:

"¿Y si exploramos las colinas que hay detrás de nuestro pueblo? Nunca hemos estado allí y seguro hay cosas increíbles por descubrir."

Una vez que tomaron la decisión, se pusieron a trabajar nuevamente, esta vez dándole un giro a su plan.

El sábado siguiente, decidieron preparar una búsqueda del tesoro en las colinas. Prepararon pistas y escondieron dulces y juguetes de juguete. Invitaron a los demás chicos del barrio a unirse a la aventura. El día llegó y toda la plaza estaba llena de risas y emoción.

"¡Qué bueno que decidimos hacer esto!" grita Sofía mientras organiza a los niños.

"¿Listos para encontrar el tesoro?" pregunta Tomás, con una sonrisa traviesa.

Valentina entregó la primera pista y los niños comenzaron a correr a las colinas, gritando y riendo. No fue fácil, pero se ayudaron mutuamente, compartiendo ideas y pistas. En un momento, Valentina se dio cuenta de que casi todo era un juego de trabajo en equipo.

"Miren, encontramos algo raro en este árbol... ¡es un mapa!" grita un niño, sosteniendo un papel desgastado.

Los amigos decidieron seguir el mapa, que los llevó a un claro que nunca habían visto antes. Allí, se encontraron con un viejo monje que cuidaba un pequeño jardín de flores.

"¿Qué hacen aquí, pequeños aventureros?" les preguntó el monje, sonriendo.

Tomás asumió la responsabilidad de hablar:

"Vinimos a buscar un tesoro siguiendo un mapa, pero encontramos su hermoso jardín."

El monje se rió y dijo:

"El verdadero tesoro son las amistades y las aventuras que compartimos. Cada camino tiene algo especial, incluso el que menos esperamos."

Los amigos recordaron el verdadero propósito del viaje: no era solo encontrar un tesoro material, sino disfrutar de la compañía del otro y aprender juntos. Le pidieron al monje si podían ayudarle en su jardín y así pasaron la tarde riendo y aprendiendo sobre plantas y flores.

Al final del día, Valentina prometió:

"Debemos hacer esto una vez al mes. ¡Así podemos descubrir más tesoros y seguir siendo amigos!"

Sofía y Tomás estuvieron de acuerdo, sabiendo que cada semana sería una nueva aventura. Y así, aprenderán que lo importante no es solo el destino al que lleguen, sino la compañía que elijan y los momentos que compartan.

Al volver a casa, se sintieron más ricos que nunca, no por tener tanto dinero ahorrado, sino por tener una amistad sólida y nuevas experiencias.

FIN.

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