La Aventura de los Tres Amigos



Era una hermosa mañana de primavera cuando tres amigos, Lucho, Sofía y Tomás, decidieron ir de paseo al parque. Con sus mochilas llenas de bocadillos y una pelota, los niños estaban emocionados por el día que les esperaba.

- “¡Vamos rápido, quiero jugar a la pelota! ” - dijo Lucho, corriendo hacia adelante.

- “Esperen, no se olviden de la merienda! ” - respondió Sofía, intentando alcanzarlos.

Mientras caminaban, de repente vieron a una anciana sentada en una banca del parque. La mujer tenía una expresión cansada y llevaba una bolsa llena de compras.

- “Hola, niños, ¿podrían ayudarme, por favor? ” - los llamó la anciana con una voz suave.

Los tres amigos se acercaron intrigados.

- “Claro, señora, ¿qué necesita? ” - preguntó Tomás, mostrando su disposición a ayudar.

- “Necesito llevar estas compras a mi casa, que está a unas cuadras de aquí. Estoy un poco cansada y no puedo cargar todo.”

Los niños se miraron entre sí y, sin dudarlo, decidieron ayudarla.

- “No se preocupe, nosotros lo haremos. Lucho, vení a cargar la bolsa de la señora.” - sugirió Sofía.

Lucho, encantado por la idea, tomó la bolsa y comenzó a caminar junto a la anciana, mientras Sofía y Tomás los seguían. A medida que avanzaban, la señora empezó a contarles historias de su infancia. Los niños escuchaban con atención, fascinados por las aventuras que había vivido.

- “Cuando era joven, solía escalar árboles y correr por los campos,” - relató la anciana con una sonrisa nostálgica. - “Y el día que conocí a su abuelo, él me mostró cómo hacer un sombrero de flores.”

- “¡Qué divertido! ” - exclamó Tomás. - “Nunca he hecho un sombrero de flores.”

- “Yo quiero aprender! ” - agregó Sofía emocionada.

Mientras continuaban su trayecto, de repente, la bolsa se rasgó y algunos objetos comenzaron a caer al suelo.

- “¡Oh no! ¡Mis compras! ” - exclamó la anciana, preocupada.

- “No se preocupe, señora, vamos a recogerlas! ” - dijo Lucho, y los tres amigos se pusieron a ayudar.

Recogieron verduras, frutas y unos dulces muy coloridos que habían caído al suelo. Sin embargo, justo cuando creían que todo estaba bajo control, un perro empezó a correr detrás de un dulce que se había deslizado.

- “¡Cuidado! ” - gritó Sofía, pero el perro ya había tomado el dulce y salió corriendo por el parque.

- “¡No podemos dejarlo irse así! ” - dijo Tomás - “¡A correr! ”

Los tres amigos corrieron tras el perro, riéndose mientras intentaban atraparlo. Después de un divertido momento de persecución, finalmente lograron alcanzarlo.

- “¡Aquí tienes tu dulce, amiguito! ” - dijo Lucho, al cederle el caramelo al perro, quien movía la cola con alegría.

- “¡Buen trabajo, equipo! ” - exclamó Sofía, sonriendo.

- “Volvamos con la señora,” - sugirió Tomás, y juntos regresaron al lado de la anciana, que los miraba con admiración.

- “Ustedes son unos chicos maravillosos. No solo me han ayudado con mis compras, también me han hecho reír,” - dijo la anciana, su rostro iluminándose con una enorme sonrisa.

Finalmente, llegaron a la casa de la anciana, y ella les invitó a pasar.

- “Como una forma de agradecerles, me gustaría invitarles a un rico té con galletitas.” - dijo la mujer.

Los niños no podían creer su suerte.

- “¡Sí, por favor! ” - respondieron entusiasmados.

Al llegar a la cocina, la anciana preparó una deliciosa merienda. Mientras picaban galletitas, contaron más historias de su juventud y compartieron risas.

Al despedirse, la anciana con lágrimas en los ojos les dijo: - “Gracias, chicos. Su amabilidad me ha alegrado el día. Recuerden siempre, ayudar a los demás es lo que nos hace grandes.”

Los amigos regresaron a casa contentos, sabiendo que un pequeño gesto de ayuda había llevado a una gran aventura llena de amistad y risas. Y desde ese día, no cambiaron su forma de ver el mundo: entendieron que cada día puede traer la oportunidad de hacer algo especial por alguien más.

FIN.

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