La Aventura de Lucas y el Poso Misterioso



Era un soleado día en el barrio de Lucas. Estaba jugando en su patio con su mejor amigo, Mateo. De repente, mientras hacían una carrera para ver quién lanzaba la pelota más lejos, Lucas sintió que su celular vibraba en el bolsillo. Él lo sacó para mirar un mensaje, pero, al distraerse, ¡su celular se resbaló de sus manos y cayó en el poso de agua del patio!

- ¡Nooo! - gritó Lucas, mirando con horror cómo el celular se hundía en el agua.

Mateo, que había visto todo, se acercó rápidamente - ¿Qué hacemos, Lucas? ¡Ese celular era nuevo!

Lucas se puso a pensar. - No sé, pero no quiero dejarlo ahí. ¡Necesitamos rescatarlo!

Pero, a medida que se acercaban al poso, se dieron cuenta de que no podían meter la mano. Era profundo y, además, el agua se veía un poco turbia.

- No puedo quedarme así - dijo Lucas, frustrado - ¡Tengo que hacer algo!

Mateo, que siempre tenía ideas creativas, sugirió - ¿Y si buscamos algo largo para pescarlo? ¡Como una caña de pescar!

Los chicos comenzaron a buscar en el patio. Encontraron una escoba vieja, que no servía para barrer, pero podría servir para su misión. Juntos, amarraron un pedazo de cinta al extremo y formaron una especie de caña improvisada.

- ¡Esto va a funcionar! - dijo Lucas, con una sonrisa en su rostro.

Bajaron la escoba al poso, tratando de enganchar el celular. Sin embargo, cada vez que lo intentaban, el celular seguía hundiéndose un poco más.

- Debemos pensar en otra estrategia - sugirió Mateo, rascándose la cabeza. - Quizá deberíamos pedir ayuda a alguien.

De repente, la abuela de Lucas apareció en la puerta del patio. - ¿Qué tanto ruido hacen, chicos? - preguntó, curiosa.

- ¡Abuela, el celular de Lucas se cayó en el poso! - dijo Mateo, un poco nervioso.

La abuela, en lugar de asustarse, sonrió - ¡Déjenme ayudar! - Dijo con entusiasmo - Yo tengo algo que puede servir.

Ella corrió a la casa y volvió con un tubo de plástico y una manguera. - Con esto, podemos tratar de succionar el agua del poso y ver si así encontramos el celular.

Los chicos miraron a la abuela con ojos brillantes. - ¡Esa es una gran idea! - exclamaron al unísono.

Los tres trabajaron en equipo, conectando la manguera al tubo. La abuela mostró a Lucas y Mateo cómo utilizar la manguera para drenar el agua. Con paciencia, comenzaron a quitar el agua del poso. Después de un rato, lo suficiente para que se vea el fondo, Lucas se asomó y, ¡oh sorpresa! Allí estaba su celular, todavía encendido, aunque un poco lleno de barro.

- ¡Lo logramos! - gritó Lucas, lleno de felicidad.

- ¡Sos un genio, abuela! - le dijo Mateo, abrazándola.

Cuando finalmente rescataron el celular, Lucas lo miró con una mezcla de alegría y preocupación. - Pero, ¿estará todavía funcionando? - preguntó, temiendo lo peor.

La abuela, con una sonrisa tranquilizadora, dijo - Vamos a limpiarlo y probarlo. Lo más importante es que aprendiste algo hoy. Nunca dejes que un obstáculo te detenga. Siempre hay una forma de solucionarlo, solo hay que ser creativos y pedir ayuda cuando la necesites.

Después de lavarlo y secarlo con cuidado, Lucas encendió su celular y, para su sorpresa, funcionaba perfectamente. Se dio cuenta de que había aprendido una valiosa lección sobre la amistad y la importancia de trabajar en equipo.

- Gracias, abuela - le dijo Lucas, abrazándola - No hubiera podido hacerlo sin vos y Mateo.

- Siempre estaré para ayudarles, chicos - respondió ella, con una sonrisa. - Y ahora, ¿quieren que hagamos algo juntos?

Lucas y Mateo asintieron emocionados. Y así, el día terminó no solo con un celular rescatado, sino también con una nueva aventura planeada. Desde aquel día, cada vez que Lucas y Mateo se enfrentaban a un desafío, recordaban su gran aventura en el poso, aprendiendo que siempre hay esperanza si se trabaja en equipo y se busca ayuda.

Y así, se fueron corriendo, listos para la próxima aventura de los amigos.

FIN.

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