La Aventura de Lucas y Fablito
En un pequeño pueblo llamado Dulcelandia, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era muy curioso y le encantaba Halloween. Cada año, esperaba con ansias el 31 de octubre para disfrazarse, pedir dulces y, sobre todo, escuchar historias de miedo.
Una tarde de octubre, mientras Lucas se preparaba para el gran día, encontró a su mejor amigo, Fablito, en la plaza del pueblo. Fablito, que era un poco más atrevido que Lucas, lo miró con picardía.
"¿Ya pensaste en tu disfraz para este Halloween?" - preguntó Fablito emocionado.
"Sí, voy a disfrazarme de vampiro. ¿Y vos?" - respondió Lucas con una sonrisa.
"Yo voy de zombie. ¡Va a ser épico!" - dijo Fablito mientras hacía una mueca de terror.
Lucas y Fablito se pusieron a planear su noche de truco o trato. Pero había un rumor que circulaba por el pueblo: se decía que en la antigua casa de Doña Menta, la señora más rara de Dulcelandia, había un tesoro escondido. Nadie se atrevían a buscarlo, ya que la gente decía que la casa estaba embrujada.
"¿Y si buscamos ese tesoro?" - sugirió Fablito con entusiasmo.
"¿Estás loco?" - respondió Lucas un poco asustado. "Dicen que hay fantasmas y cosas raras ahí!"
"Pero eso le pone más emoción! Además, ¡seríamos los primeros en encontrarlo!" - insistió Fablito.
Finalmente, Lucas decidió acompañar a su amigo. A medida que se acercaban a la casa, el viento soplaba y las ramas de los árboles parecían susurrar secretos.
Cuando llegaron a la puerta, era vieja y chirriante.
"¿Estás listo?" - preguntó Fablito, con los ojos brillando de emoción.
"¡No tengo otra opción!" - dijo Lucas, temblando un poco.
Ambos empujaron la puerta, que se abrió con un crujido. En el interior, todo estaba cubierto de polvo y telarañas.
"No hay nada que temer, solo son historias" - murmuró Fablito mientras se adentraba.
De repente, escucharon un sonido extraño.
"¿Qué fue eso?" - pregunto Lucas, asustado.
"¡Es solo el viento! ¡Vamos!" - animó Fablito.
Avanzaron con cuidado y encontraron una antigua lámpara.
"¡Mirá!" - dijo Fablito emocionado. "Tal vez esto tenga algo que ver con el tesoro."
Lucas la tomó y la frotó un poco.
"¿Y si aparece un genio?" - bromeó Fablito.
Pero, en lugar de un genio, lo que sucedió fue que la lámpara comenzó a emitir una luz brillante.
"¡Mirá!" - gritó Lucas. "¡Es increíble!"
Del brillo de la lámpara surgió una figura. Era Doña Menta, vestida con un manto colorido.
"¿Están buscando un tesoro?" - preguntó la anciana con una voz suave.
"Sí, pero no pensábamos que era real..." - admitió Lucas nervioso.
"El verdadero tesoro está en el valor y la amistad. No hay mejor aventura que compartir momentos juntos. Todos los dulces que quieren están en estas cajas" - dijo Doña Menta, señalando unas enormes cajas decoradas.
Lucas y Fablito se miraron y sonrieron.
"No se trata solo de los dulces, se trata de la experiencia y de lo que aprendimos" - dijo Lucas.
"Exactamente, cada Halloween puede ser una aventura si la compartís con alguien que querés" - agregó Fablito.
Salieron de la casa con los brazos llenos de dulces y nuevos recuerdos.
Esa noche, al pedir dulces por el barrio, no solo llenaron sus bolsitas, sino que también contaron la increíble historia que vivieron en la misteriosa casa de Doña Menta.
Y así, los dos amigos aprendieron que el verdadero espíritu de Halloween no está solo en los disfraces y los dulces, sino en las lecciones sobre la amistad y la valentía.
Desde entonces, cada año, Lucas y Fablito celebraban no solo el Halloween, sino también su amistad, recordando siempre que las mejores aventuras son aquellas que se viven juntos.
FIN.