La Aventura de Lucas y su Gatito



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y Lucas y Ana, una pareja de jóvenes amantes de los animales, decidieron dar un paseo por el parque. Mientras caminaban, se encontraron con un pequeño gatito que maullaba con pena bajo un arbusto.

- ¡Mirá, Ana! - dijo Lucas, agachándose para observar al gatito. - Está solo y parece tener hambre.

- ¡Pobre! - respondió Ana, acariciando al pelaje sucio del gatito. - Debemos ayudarlo.

Lucas y Ana miraron a su alrededor, asegurándose de que no hubiera un dueño cercano. El pequeño gato, con su pelaje gris y ojos grandes y tristes, se dejó acariciar y, poco a poco, comenzó a ronronear.

- Creo que deberíamos llevarlo a casa - sugirió Ana.

- Tenés razón. Pero primero vamos a comprarle comida, y luego vamos a ver si tiene un dueño - respondió Lucas.

Así que se dirigieron a la tienda de mascotas, donde compraron comida, una caja de arena y un lindo juguete de peluche. Regresaron corriendo al parque, emocionados por conocer al nuevo integrante de su familia.

Al llegar a casa, prepararon un rincón acogedor en el salón para el gatito. Cuando lo dejaron entrar, saltó de la caja hacia la cama que le habían hecho.

- ¡Mirá cómo se siente en casa! - exclamó Ana con alegría.

Pero justo en ese momento, el gatito se asustó por un ruido fuerte del exterior. Saltó, corrió por toda la casa y se escondió bajo el sillón.

- No te preocupes, pequeño. Estamos aquí para cuidarte - dijo Lucas, arrodillándose y extendiendo su mano.

- Tal vez necesita tiempo para acostumbrarse - agregó Ana. - Vamos a dejarle un poco de comida y agua.

Mientras el gatito exploraba alrededor, Lucas y Ana decidieron ponerle un nombre. - ¿Qué te parece “Nube”? - propuso Ana.

- Me encanta. Como el cielo - respondió Lucas.

Con el paso de los días, Nube se fue adaptando a su nuevo hogar, aunque siempre había algo que lo hacía saltar del susto. Un día, mientras Lucas trabajaba en su computadora y Ana leía un libro, Nube vio su reflejo en la pantalla y salió disparado hacia el otro lado de la habitación.

- ¡Nube, no! - rieron juntos, disfrutando de la travesura del pequeño.

Sin embargo, a medida que pasaron las semanas, Nube se convirtió en un compañero travieso y cariñoso. Le encantaba jugar con los ovillos de lana y se acurrucaba junto a Ana y Lucas en el sofá cada vez que miraban películas juntos.

Un día, mientras paseaban por el vecindario, se encontraron con una señora que tenía un cartel que decía: "Se busca gatito perdido". Era una foto de Nube.

- ¡Oh no! - exclamó Ana, mirando a Lucas con preocupación. - Nube podría tener dueño. ¿Qué haremos?

- Debemos averiguarlo. Llamemos a la señora - dijo Lucas, decidido.

Se acercaron a la señora y le mostraron a Nube.

- ¡Oh, es él! - exclamó la señora, con lágrimas en los ojos. - Hace semanas que lo busco. Es mi gatito, se llama “Coco”.

Ana y Lucas se sintieron tristes, pero sabían que era lo correcto.

- Coco ha sido muy feliz con nosotros, pero entendemos que le pertenece a usted - dijo Lucas, mientras acariciaba a Nube con cariño.

- Gracias por cuidarlo. ¡Ustedes son unos ángeles! - dijo la señora, agradecida. - Pero saben, yo tengo una idea. ¿Qué les parece si Coco viene a visitarlos siempre que pueda? Es tan juguetón, seguro le gustaría seguir conociendo nuevos amigos.

Ana y Lucas se miraron, sonrieron y asintieron con entusiasmo.

- ¡Nos encantaría tener visitas de Coco! - exclamó Ana, mirando a Nube que ronroneaba contento, sin sospechar que volvería a su casa.

Desde ese día, el vínculo entre Nube (o Coco) y sus nuevos amigos se volvió aún más fuerte. La pareja se dio cuenta de que, a veces, el amor significa dejar ir, pero también significa abrir el corazón para nuevas aventuras. Y así, cada semana, Coco visitaba a Lucas y Ana, llenando su hogar de risas y felicidad, demostrando que el amor puede ser infinito y siempre brindando la oportunidad para nuevas historias.

FIN.

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