La Aventura de Lucas y sus Amigos
Era un día soleado en la escuela secundaria "El Bosque", donde Lucas, un chico de 15 años con autismo, se preparaba para una nueva jornada. Lucas era conocido por su gran talento para dibujar, pero también por la forma en que a veces le costaba integrarse con sus compañeros.
Cuando llegó al aula, vio a sus amigos, Sofía, Martín y Elena, hablando sobre un nuevo proyecto de arte.
"¡Lucas!", exclamó Sofía, "Estamos pensando en hacer un mural en la pared del patio. ¡Queremos que seas parte de esto!"
Lucas sonrió, emocionado y un poco nervioso. Aunque le encantaba la idea, también le preocupaba lo que podría suceder. A menudo, sus compañeros no comprendían algunas de sus peculiaridades.
"No sé... a veces me cuesta seguir el ritmo y me distraigo", respondió Lucas con un tono tímido.
"No te preocupes, vamos a ayudarte. Cada uno puede aportar lo que sabe. Vos sos el mejor dibujante, ¡tu arte no puede faltar!", dijo Martín confiado.
Ese día, comenzaron a trabajar en el proyecto. En los recreos, se reunían todos juntos para compartir ideas. Mientras hacían bosquejos, Lucas empezó a sentirse más cómodo. Sin embargo, había algo que lo preocupaba: no entendía cómo manejar las críticas y la presión de dar lo mejor de sí.
Un día, durante la clase de arte, la maestra pidió a los grupos que presentaran sus ideas. Cuando llegó el turno de Lucas y su grupo, la emoción le jugó una mala pasada. Se quedó en silencio, mirando al suelo.
"Vamos, Lucas. ¡Mostrá tu dibujo!", lo animó Sofía.
"Yo no sé si es bueno... y si a los demás no les gusta...", murmuró, sintiendo que el miedo se apoderaba de él.
Pero esta vez, sus amigos no dieron por vencido. Martín se acercó y le susurró al oído:
"No importa si les gusta o no. Lo importante es que a nosotros nos encanta. Contá con nosotros."
Lucas sintió un pequeño empujón de confianza. Con la mirada fija en su dibujo, comenzó a explicar su idea:
"Este es un bosque mágico, donde cada árbol tiene una historia. Cada uno de nosotros puede aportar su propio cuento. "
Los compañeros escucharon atentamente, y pronto empezaron a aplaudir.
"¡Es genial, Lucas!", exclamó Elena. "Eso puede inspirar lo que hagamos en el mural."
Los días pasaron y el mural comenzó a tomar forma. Lucas empezó a sentirse más integrado y seguro, hasta que un día ocurrió algo inesperado. Dos chicos del aula, que no participaban en el proyecto, comenzaron a burlarse de él.
"Mirá a Lucas, el artista raro…", dijo uno de ellos. "Nunca podrá hacer algo bueno."
La risa de ellos dolió. Lucas se sintió herido y a punto de rendirse. Sin embargo, sus amigos saltaron a su lado.
"¡Basta! No se metan con él. Lucas es una increíble persona y su arte es único.", defendió Sofía.
"Además, nuestro mural va a ser el mejor porque tiene su talento.", agregó Martín.
Los chicos miraron a Lucas, que se mantenía en silencio, pero al ver la valentía de sus amigos, se sintió más fuerte. Se enfadó, pero en lugar de dejarse vencer por la tristeza, decidió seguir adelante.
Después de esas palabras, Lucas tomó un respiro profundo y decidió enfrentarse a sus miedos. Un día, después de terminar el mural, invitó a sus compañeros a una despedida del proyecto. Mostró su arte en un evento de la escuela, donde todos pudieron apreciarlo.
Al final, no solo los profesores aplaudieron su trabajo, sino también sus compañeros. Y entre ellos estaban los que anteriormente se habían burlado de él, quienes ahora se acercaron de manera diferente.
"Lucas, la verdad es que nos encantó tu idea y, bueno, te pedimos disculpas por lo que dijimos antes. No estuvo bien."
Lucas, aunque aún un poco herido, sonrió y respondió:
"Está bien. Gracias por decírmelo, eso significa mucho. También puedo entender que a veces, el miedo a lo diferente causa malentendidos."
Desde ese día, la relación entre Lucas y sus compañeros mejoró. La experiencia del mural no solo le enseñó sobre arte, sino sobre la importancia de la amistad, la comprensión y el respeto hacia todos, independientemente de sus diferencias.
"Lo que importa no es lo que somos, sino qué hacemos juntos" se convirtió en su lema. Y así, Lucas no solo dejó su huella en el mural, sino en el corazón de cada uno de sus compañeros, quienes aprendieron a apreciar la diversidad y la importancia de ser inclusivos.
Fin.
FIN.