La Aventura de Lucía y la Prudencia Mágica



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Colorín, una niña llamada Lucía. Lucía era curiosa y aventurera, pero a veces tomaba decisiones sin pensar. Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, se topó con un árbol enorme que tenía un brillo especial. Intrigada, se acercó y descubrió que era un árbol de la prudencia.

"Hola, pequeña exploradora" - dijo una voz suave que parecía venir del árbol.

Lucía se sobresaltó "¿Quién habla?" - preguntó, mirando a su alrededor.

"Soy el árbol de la prudencia. He estado esperando a alguien como vos. Quiero enseñarte la importancia de pensar antes de actuar" - respondió el árbol.

Lucía estaba maravillada. "¿Cómo podés enseñarme eso?" - inquirió.

"Te llevaré a diferentes aventuras y aprenderás a tomar decisiones más sabias" - dijo el árbol, mientras sus ramas comenzaron a moverse como si estuvieran llamando a Lucía a subir.

Así, Lucía subió al árbol y, en un abrir y cerrar de ojos, se encontró en un lugar muy extraño. Era un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, pero había un gran problema: un montón de animales estaban discutiendo en el centro.

"¡Es mío!" - gritó el conejito.

"¡No! ¡Es mío!" - replicó el pajarito.

Lucía se acercó, queriendo ayudar. "¿Qué sucede aquí?" - preguntó.

"¡Esta zanahoria es mía!" - dijo el conejito.

"Pero el pajarito tiene razón, él la encontró primero" - afirmó la tortuga, que miraba la situación con calma.

Lucía, recordando que el árbol había dicho que debía pensar antes de actuar, decidió observar un momento. Finalmente, dijo:

"¿Y si compartimos la zanahoria?"

Todos los animales la miraron, sorprendidos.

"¿Compartir?" - preguntó el pajarito. "¿Qué es eso?"

"Podemos turnarnos. Así, todos disfrutamos de la zanahoria y nadie se siente triste" - sugirió Lucía.

Los animales se miraron entre sí y, tras un rato de reflexión, acordaron que era una excelente idea. Todos comenzaron a reír y agradecieron a Lucía por su propuesta.

"¡Gracias, Lucía! Sos muy sabia" - dijo el conejito, mientras le ofrecía un trozo de zanahoria.

De repente, Lucía se encontró de nuevo junto al árbol de la prudencia.

"Has tomado una buena decisión, Lucía. Ahora, vamos a otro lugar" - dijo el árbol.

El árbol llevó a Lucía a un río donde un grupo de patitos quería cruzar, pero el agua estaba un poco fuerte.

"¡No puedo cruzar!" - decía un patito asustado.

Lucía se acercó y vio que los patitos estaban listos para lanzarse al agua sin pensar en lo peligroso que podía ser.

"Espera, ¿y si miramos cómo fluye el agua primero?" - sugirió Lucía.

Los patitos dudaron, pero finalmente aceptaron. Después de observar, Lucía se dio cuenta de que había un tronco que podían usar como puente.

"¡Miren! Podemos cruzar en fila por aquí" - exclamó emocionada.

Al llegar al otro lado, todos los patitos le dieron las gracias.

"¡Sos un genio!" - exclamó uno de los patitos.

"Esto es gracias a que te detuviste a pensar primero" - dijo el árbol.

Y así, cada aventura que tuvo Lucía la llevó a poner en práctica la prudencia. Cuando regresó a su hogar, sabía que aunque la aventura era divertida, era aún más importante pensar en las consecuencias de sus acciones.

Desde ese día, cuando Lucía iba a hacer algo, recordaba la lección del árbol de la prudencia. Compartía con sus amigos, pensaba antes de actuar y ayudaba a los demás con sus decisiones.

Y así, el pueblo de Colorín se llenó de alegría y harmonía, gracias a una niña que aprendió a ser prudente.

Fin.

FIN.

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