La Aventura de Lucy y el Caballero Damian
En un pintoresco lago rodeado de montañas, donde el sol se escondía tras las nubes, vivía una niña llamada Lucy. Era conocida por su vestido rojo y su risa contagiosa. Un día, decidió aventurarse hacia la cabaña de los ancianos del pueblo, donde se contaban historias mágicas.
Al llegar, se encontró con el anciano Don Tirso, que le dijo: "Lucy, ven aquí. Hay un misterioso pozo en el bosque. Dicen que si encuentras una estrella fugaz, el deseo que pidas se hará realidad." Intrigada, Lucy salió corriendo hacia el bosque.
Esa noche, el cielo estaba despejado y, al poco tiempo, vio cómo una estrella fugaz cruzaba el firmamento. Cargando en su corazón un deseo, se dirigió al pozo. Pero, inesperadamente, se encontró con un caballero llamado Damian, que estaba de pie junto a una fogata. Parecía tener su propio secreto.
"Hola, Lucy. Estaba esperando algo mágico, como tú. Me dijeron que encontrarías una estrella fugaz".
Lucy sonrió y le contó sobre su deseo. "Quiero que mi alegría perdure siempre y que el mundo sea un lugar donde todos se sientan felices".
Damian, sintiendo el poder de su deseo, sacó un cuchillo y trazó un símbolo en la tierra. "Este símbolo simboliza la unión de los corazones. Así, tu deseo se llevará en la sangre de quienes quieran ayudar a los demás".
Con una sabana blanca que trajo de su cabaña, hicieron un pacto. Lucy, con el corazón lleno de esperanza, dio un beso en la huella del símbolo, mientras Damian lo hacía en la otra vereda. Ambos sintieron que algo especial sucedía.
De repente, la noche se llenó de luces. Los peones que trabajaban en las tierras cercanas llegaron al bosque, atraídos por la magia del momento. "¿Qué está pasando?" preguntaron, asombrados.
"Estamos creando un deseo de felicidad para todos," respondió Lucy. "Síganme y hagan su parte también. Juntos, podemos cambiar el mundo".
Y así, aquellos peones, junto a Lucy y Damian, comenzaron a compartir su alegría. Desde entonces, el lago no solo fue un lugar de belleza, sino un símbolo de amistad y colaboración. El vestido rojo de Lucy se convirtió en un recordatorio de que cada uno tenía el poder de hacer la diferencia. Con un pequeño deseo en sus corazones, todos aprendieron que la felicidad se multiplica cuando se comparte. Y así, vivieron felices, siempre recordando la noche mágica que había cambiado sus vidas para siempre.
FIN.