La Aventura de Luis y María en la Mañana Mágica
Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza. Luis y María, dos amigos inseparables, iban al colegio juntos. Mientras caminaban, Luis miró a María y dijo:
- ¿Te imaginás que hoy puede pasar algo increíble en el colegio?
María sonrió, siempre lista para una aventura.
- ¡Seguro! ¿Qué pensás que puede suceder?
Luis se quedó pensando por un momento.
- Tal vez podamos descubrir un tesoro escondido en la biblioteca.
- O un secreto antiguo en el aula de ciencias – agregó María, emocionada.
Los dos amigos siempre estaban listos para tomar un poco de imaginación y convertir el día en una gran aventura.
Cuando llegaron al colegio, la mañana parecía diferente. Algo en el aire les decía que ese día sería especial. La profesora Ana, que siempre tenía una sonrisa, les anunció algo inesperado.
- ¡Hola chicos! Hoy tendremos una actividad sorpresa en el patio.
Luis y María se miraron intrigados.
- ¿Qué será? – preguntó Luis.
María, llenándose de entusiasmo, respondió:
- ¡No sé! ¡Vamos a averiguarlo!
Al salir al patio, se encontraron con un gran globo terráqueo en el centro, rodeado de diferentes estaciones de actividades.
- ¡Guau, mirá todo esto! – exclamó María, asombrada.
La profesora Ana explicó la actividad:
- Hoy vamos a aprender sobre diferentes culturas del mundo. Cada estación representa un país distinto y podrán participar en juegos, comidas típicas y danzas.
Luis no podía ocultar su emoción
- ¡Esto va a ser genial!
Así que comenzaron su aventura. En la estación de Italia, probaron pizza y aprendieron a hacer gestos italianos, mientras que en la estación de Japón, María se puso un kimono y practicó algunas palabras en japonés.
- ¡Konnichiwa! – saludó María riendo.
Luis, con los ojos brillantes, dijo:
- ¡Yoko! Eso significa amigo, ¿verdad?
- Así es, ¡somos amigos del mundo!
Continuaron explorando cada país, aprendiendo y riendo. Pero cuando llegaron a la estación de Egipto, algo increíble ocurrió. Un niño llamado Tomás, que era nuevo en la clase, se sentía un poco tímido y se quedó atrás.
- ¡Mirá! Tomás no se divierte con nosotros – le dijo Luis a María.
- Sí, deberíamos invitarlo a unirse – sugirió María.
Así que, con mucha valentía, se acercaron a Tomás.
- ¡Hola, Tomás! ¿Querés venir a jugar con nosotros? – preguntó María con una gran sonrisa.
- No sé, nunca he estado en una actividad así – respondió Tomás nervioso.
Luis se acercó y le dijo:
- ¡No te preocupes! Nosotros estaremos contigo. Vamos a divertirnos juntos.
Tomás miró a los dos amigos y, al ver sus sonrisas, decidió unirse. En poco tiempo, se estaba divirtiendo, aprendiendo de los antiguos faraones y armando pirámides con bloques de colores. Al final del día, Tomás sonrió como nunca antes.
- ¡Fue lo mejor! Gracias por invitarme – dijo, lleno de alegría.
- ¡Siempre! – respondió María.
Mientras regresaban a casa, les contó a sus padres cómo había sido su día. Luis le dijo a María:
- Hoy no solo aprendimos sobre culturas del mundo, sino también sobre la amistad.
María asintió y agregó:
- Sí, y sobre cómo hacer que otros se sientan incluidos.
Así, Luis y María comprendieron que cada día es una oportunidad para aprender no solo sobre el mundo, sino también sobre los demás y sobre la importancia de ser un buen amigo. Y mientras caminaban, sabían que cada aventura comienza con un simple paso.
Y así, su amistad se convirtió en un tesoro que llevarían para siempre, más valioso que cualquier otra cosa del mundo.
Fin.
FIN.