La Aventura de Luz y los Colores Perdidos
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Arcoíris, donde la gente siempre se sonreía y el cielo brillaba con los colores más vibrantes. Pero un día, algo extraño sucedió. Los colores empezaron a desvanecerse uno por uno. El cielo se volvió gris y la alegría de los habitantes se desmoronó como un castillo de naipes.
Una pequeña niña llamada Luz, que tenía una curiosidad infinita, decidió que no podía quedarse de brazos cruzados viendo cómo el pueblo perdía su magia. Entonces se armó de valor y salió en búsqueda de los colores perdidos.
- “¡No puedo dejar que nuestro pueblo se vuelva sombrío! ” - exclamó Luz, mientras se ponía su gorra favorita, llena de mosaicos de color.
Por el camino, Luz encontró a Mico, un simpático loro que se encontraba en la rama de un árbol.
- “¿Adónde vas, Luz? ” - preguntó Mico, con su voz chillona.
- “Voy a buscar los colores que han desaparecido de nuestro pueblo. ¿Te gustaría venir conmigo? ” - respondió Luz.
Mico agitó sus alas con entusiasmo.
- “¡Claro! Volar y ayudar suena genial.” - dijo Mico, haciéndose un poco más cercano a Luz.
Juntos, emprendieron una aventura por el bosque. Mientras avanzaban, se encontraron con un río de agua cristalina.
- “Mira, Luz, ¡el agua tiene un color azul precioso! ” - exclamó Mico.
- “Pero, Mico, el agua siempre ha sido azul. Necesitamos encontrar los colores que se han ido.” - respondió Luz pensativa.
Al cruzar el río, llegaron a un espacio abierto, donde conocieron a un viejo sabio llamado Don Fulgencio, que siempre llevaba consigo una gran paleta de pinturas.
- “¿Qué los trae por aquí, pequeños aventureros? ” - preguntó Don Fulgencio, mientras pasaba su mano sobre sus canas.
- “Estamos buscando los colores que han desaparecido de Arcoíris. ¿Tú sabes dónde están? ” - preguntó Luz.
Don Fulgencio sonrió con sabiduría.
- “Los colores no se han ido por su voluntad. Ellos necesitan ser despertados. Cada uno tiene un guardián en este bosque.”
Intrigados, Luz y Mico preguntaron:
- “¿Y cómo podemos despertarlos? ”
- “Cada guardián necesita un gesto de bondad y felicidad. Deben demostrarles que todavía hay amor y alegría en el mundo.” - explicó Don Fulgencio.
Con un nuevo propósito, los amigos continuaron su camino. El primer guardián que encontraron fue el Guardián del Rojo. Era un gran búho que parecía triste.
- “¿Por qué estás tan triste, amigo búho? ” - preguntó Luz.
El búho suspiró.
- “No veo sonrisas en el pueblo. El rojo representa el amor, y el amor se está apagando.”
Luz recordó cómo ayudaba a sus amigos en el pueblo.
- “Sabes, cada vez que un amigo se siente triste, les cuento un chiste y eso les hace reír. ¿Te gustaría escuchar uno? ”
El búho la miró con curiosidad.
- “Me gustaría mucho.”
Luz contó un cuento gracioso y el búho comenzó a reír, recuperando su brillante color rojo.
- “¡Gracias, pequeña! El rojo está vivo otra vez.” - exclamó el búho, y voló felizmente.
- “¡Siguiente parada, el Guardián del Verde! ” - dijo Mico, emocionado.
Pronto llegaron a un claro donde estaba el Guardián del Verde, un ciervo que miraba a las flores marchitas.
- “¿Qué le pasa, amigo ciervo? ” - preguntó Luz.
El ciervo soltó un suspiro.
- “Las plantas necesitan cuidado y amor, pero nadie las riega.”
Luz pensó rápidamente.
- “Podemos ayudar a regar las flores. ¿Te gustaría que lo hagamos juntos? ”
El ciervo sonrió, y se pusieron a trabajar. Después de un rato, todas las flores empezaron a florecer y el ciervo brilló con un hermoso color verde.
- “¡Gracias, gracias! ¡El verde ha vuelto a mí! ” - gritó el ciervo, saltando de alegría.
Siguieron su camino, llenos de energía. Luego, encontraron al Guardián del Amarillo, una tortuga que parecía tan pesada como una nube de tormenta.
- “¿Por qué estás así, querida tortuga? ” - preguntó Luz.
- “Estoy cansada de que nadie comparta su felicidad. El amarillo trae alegría, pero ha desaparecido.”
Luz tomó la mano de Mico.
- “¿Te gustaría que armemos una fiesta? Podemos bailar, reír, y compartir diferentes juegos.”
La tortuga sonrió tímidamente, pero poco a poco dejó caer su caparazón sombrío y se unió a la diversión. Al final del día, la tortuga estaba llena de energía amarilla y brillante.
Luz y Mico continuaron su viaje hasta que encontraron al último guardián, el Guardián del Azul, una hermosa mariposa.
- “¿Por qué no vuelas, mariposa? ” - preguntó Luz.
La mariposa respondió con tristeza.
- “El azul es símbolo de paz, pero el pueblo se ha olvidado de ser amable.”
Luz recordó algo que había aprendido de su abuela:
- “Siempre podemos ser amables unos con otros. ¿Por qué no mostramos esas bondades dándole la mano a los que lo necesitan? ”
Todos hicieron un gran círculo y empezaron a hablar de los buenos momentos, compartieron historias y sonrisas. La mariposa, llena de alegría, empezó a agitar sus alas que volvían a brillar con un hermoso azul.
Finalmente, todos los guardianes se unieron a Luz y Mico, rodeados por un torbellino de colores.
- “¡Gracias, amigos! Por recordar lo que realmente importa.” - dijo el búho, mientras todos los colores regresaban al pueblo.
De vuelta en Arcoíris, Luz y Mico fueron recibidos con abrazos y risas. Desde ese día, todos los habitantes se comprometieron a cuidar de los colores con amor y bondad, sabiendo que los colores siempre serían un reflejo de su alegría.
- “¡No importa cómo esté el mundo, siempre podemos traer luz y color a la vida de los demás! ” - concluyó Luz, sonriendo con orgullo.
Y así, Arcoíris nunca volvió a apagarse y la aventura se convirtió en una historia que contarían a generaciones. Todos aprendieron que, a veces, solo necesitamos un pequeño gesto de amor para recordar lo que realmente importa en la vida.
Los colores nunca se fueron, simplemente esperaban ser despertados de nuevo.
FIN.