La Aventura de Manolo y Juancito



Había una vez en una ciudad un señor que se llamaba Manolo. Un día, mientras paseaba por el parque, se deshizo de una botella vacía con un poquito de agua. Sin saberlo, esa botella se convirtió en el hogar perfecto para un pequeño mosquito llamado Juancito.

Juancito, contento con su nueva casa, decidió poner sus huevitos en el agua. Al pasar tres días, las larvas comenzaron a nadar por el agua turbia.

Una mañana, Manolo se despertó y, al salir al balcón, le llamó la atención el zumbido de los mosquitos.

"¡Qué molestos son estos bichitos!" - dijo Manolo, mientras se frotaba los ojos. "Tengo que hacer algo para deshacerme de ellos..."

Decidido a acabar con sus molestias, Manolo recordó la botella. Sin pensarlo dos veces, salió corriendo al patio y, con una mueca de disgusto, vació todo el contenido por el desagüe.

"¡Adiós, larvas! ¡No más mosquitos!" - exclamó confiado. Pero ni bien terminó de hablar, Juancito, que había sido testigo de todo desde su pequeño rincón, se sintió muy triste.

"¿Por qué no pueden entender que solo quiero vivir?" - murmuró el mosquito, mientras con sus amiguitos alados planificaban su próxima aventura.

Pero lo que Manolo no sabía era que, al sacar el agua, también había despojado a Juancito de su hogar y hogar de sus pequeños. Intrigado por el inusitado sonido de las alas, Manolo se asomó por la ventana y vio a Juancito volando por allí.

"¡Eh, vos! ¡Mosquito!" - gritó Manolo, algo irritado. "¿Por qué zumbas tanto?"

"¡Soy Juancito! ¡Soy un mosquito! Y no estoy aquí para molestarte, sino para vivir!" - respondió Juancito, a pesar de su tamaño, con mucha valentía.

Manolo se quedó un momento en silencio, sorprendido de que el mosquito le hablara.

"Pero, ¿no te das cuenta de que me molestas?" - le dijo Manolo.

"Entiendo que te moleste, pero hay muchas cosas que no sabes de nosotros", contestó Juancito, volando alrededor de la ventana. "Los mosquitos también tienen un papel en la naturaleza.

"¿Qué papel?" - preguntó Manolo, ahora curioso.

"¡Ayudamos a polinizar las flores! Sin nosotros, muchas plantas no crecerían. Además, le damos de comer a muchos animales. Y aunque sí soy pequeño, a veces tener un poco de picazón puede ser beneficioso porque te recuerda que hay que estar atento a lo que sucede a nuestro alrededor" - explicó Juancito, mientras revoloteaba alegremente.

Manolo comenzó a reflexionar sobre lo que Juancito le decía.

"No lo sabía... La verdad que nunca pensé en lo importante que pueden ser los bichitos. Tal vez no debería haber tirado el agua sin pensar en lo que estaba haciendo" - admitió.

"¡Exactamente! Y si quieres ayudar a que no haya tantos mosquitos, podrías asegurarte de que no haya lugares con agua estancada para que no pongamos huevos, y plantando muchas flores también ayudas a que otras especies vengan a vivir a tu jardín!" - le sugirió Juancito, volando en círculos.

Manolo sonrió. "A partir de hoy, seré más cuidadoso. Y aprenderé más sobre la naturaleza. ¡Voy a unir el jardín con muchas flores!"

Juancito, feliz por la nueva amistad, se despidió:

"¡Gracias Manolo! ¡Te prometo que si plantás flores, yo no te molestaré! Nos vemos en los campos de flores!"

Manolo se quedó pensativo, mirando a Juancito alejarse. Desde ese día, empezó a cuidarse de arrojar agua sucia y a plantar flores en su jardín. Y aunque a veces aparecían unos mosquitos, ya no los veía como enemigos, sino como parte de un bello ciclo de la naturaleza.

Así, Manolo y Juancito aprendieron a convivir y disfrutar juntos de la vida al aire libre.

Y el señor Manolo se convirtió en el mejor jardinero del barrio.

Fin.

FIN.

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