La Aventura de Marcapata



Había una vez, en un hermoso valle donde los ríos cantaban y las montañas se vestían de colores, un pequeño pueblo llamado Marcapata. Era un lugar donde todos eran amigos y se ayudaban mutuamente. Sin embargo, había un pequeño problema: la fuente de agua del pueblo se había secado. Sin agua, las flores se marchitaban y la felicidad de los habitantes comenzaba a desvanecerse.

Un día, una niña llamada Lila, que tenía una gran curiosidad y un corazón valiente, decidió que tenía que hacer algo. Con su sombrero de paja y una mochila llena de bocadillos, se fue a explorar las montañas en busca de agua.

-De repente, Lila escuchó un ruido extraño.

-¿Quién está ahí? -preguntó, asustada.

-¡Soy yo, el zorro Alberto! -respondió una voz tímida, apareciendo tras un arbusto.

-¿Qué haces aquí, Alberto? -preguntó Lila.

-Busco un lugar para vivir, pero sin agua, no puedo quedarme. ¿Te gustaría que te acompañara en tu búsqueda? -dijo el zorro con una sonrisa.

Lila pensó por un momento y sonrió de vuelta.

-¡Claro, cuántos más seamos, más fácil será encontrar agua!

Juntos empezaron a caminar por senderos empedrados, cruzando arroyos y observando aves que volaban en los cielos. Alberto aprovechaba para contarle historias sobre las aventuras de los animales del bosque. De repente, se toparon con un viejo roble que parecía triste.

-¿Qué te pasa, gran roble? -preguntó Lila.

-No tengo agua y mis hojas se están marchitando -susurró el roble.

-Por favor, no te preocupes. Estamos en busca de agua, ¿puedes ayudarnos? -rogó Lila.

-Claro, pero necesito que me prometas que si encuentras agua, volverás a regar mis raíces -dijo el roble.

-¡Es un trato! -exclamó Lila emocionada.

Tras prometer el cuidado del roble, continuaron su camino y pronto se encontraron con una pequeña cueva.

-Mirá, Lila, tal vez haya agua aquí -sugirió Alberto, señalando el oscuro agujero.

-Sí, pero puede ser peligroso. Vamos a ser cautelosos. -Lila dijo mientras se acercaban. Dentro de la cueva, encontraron un pequeño arroyo que brillaba con el reflejo de la luz, pero había un gran montón de piedras bloqueando el camino.

-¡Necesitamos mover esas piedras! -dijo Lila, determinante.

-¡No te preocupes, yo te ayudaré! -dijo Alberto, comenzando a empujar. Poco a poco, trabajaron juntos y con esfuerzo movieron las piedras hasta despejar la entrada.

-¡Lo logramos! ¡Mirá cuánto agua hay! -gritó Lila llena de alegría.

Corrían al borde del arroyo, llenaron un recipiente que llevaban y decidieron regresar a Marcapata. Al llegar, los habitantes estaban preocupados y Lila fue recibida con ansiedad.

-¿Qué sucedió, Lila? -preguntó su amiga Clara.

-¡Encontramos agua! -exclamó Lila mostrando el recipiente. -¡Vengan, necesitamos ayudar al gran roble!

Los habitantes del pueblo se unieron a la aventura y todos fueron en manada al roble. Regaron sus raíces y, a medida que el agua tocaba la tierra, las hojas comenzaron a reverdecer.

-¡Gracias, Lila! -dijo el roble, ahora llenándose de vida. -Siempre recordaré tu bondad.

-¡Tú nos has dado sombra y alegría, era lo menos que podíamos hacer! -respondió Lila orgullosa.

Desde entonces, el pueblo aprendió la importancia de cuidar el agua. Todos los años, Lila organizaba una gran fiesta para celebrar el Día del Agua, donde solo usaban la cantidad necesaria y contaban las historias de sus aventuras.

-¿Sabés qué, Alberto? -le dijo Lila un día.

-¿Qué cosa? -preguntó el zorro.

-¡La aventura más maravillosa es cuando trabajamos juntos! -dijo Lila, y con eso, Alberto fue el primero en aplaudir.

Marcapata no solo encontró el agua, sino que también aprendió a valorar el trabajo en equipo y a cuidar la naturaleza. Y así, Lila y Alberto se convirtieron en los mejores amigos, siempre listos para nuevas aventuras.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!