La aventura de María y Juan en el bosque mágico



Era un soleado día de primavera cuando María y Juan decidieron explorar el bosque que se encontraba al final de su jardín. El aire estaba lleno de colores: las mariposas danzaban entre las flores y los árboles susurraban secretos al viento.

"Mirá, Juan, ¡hay una mariposa gigante!" exclamó María, señalando a una hermosa mariposa de colores brillantes que volaba cerca de ellos.

"Sí, es hermosa. ¡Sigámosla!" respondió Juan entusiasmado, y juntos comenzaron a seguirla entre los árboles.

La mariposa los llevó a un claro oculto, donde un río de aguas cristalinas brillaba bajo el sol radiante.

"¡Qué lugar tan mágico!" dijo María, asombrada.

De repente, notaron que la mariposa se posó en la orilla del río. Al acercarse, escucharon un suave murmullo.

"¿Escuchás eso?" preguntó Juan.

"Sí, parece como si el río estuviera hablando" respondió María.

Intrigados, se agacharon junto al agua y oyeron cómo el río contaba historias de aventuras pasadas.

"Una vez, un grupo de valientes exploradores navegó por mis aguas en busca de tesoros escondidos..." narró el río.

"¿Y qué encontraron?" preguntó María con los ojos brillando de curiosidad.

"En su travesía, descubrieron un árbol mágico en la cumbre de la montaña al otro lado del río. Este árbol tenía hojas de oro y otorgaba un deseo a aquellos que lo encontraban" contestó el río.

"¡Vamos a buscarlo!" gritó Juan con emoción.

"Sí, pero ¿cómo cruzamos el río?" se preguntó María.

"Podríamos construir una balsa con ramas y hojas", sugirió Juan, mirando a su alrededor.

Ambos comenzaron a recolectar todo lo necesario. Tras un rato de trabajo en equipo, lograron construir una pequeña balsa. Con el corazón latiendo de emoción, se subieron y comenzaron a remar hacia la otra orilla.

Al llegar, se encontraron con una gran montaña que se alzaba majestuosamente ante ellos.

"Eso debe ser el lugar de la que hablaba el río", dijo María mirando hacia arriba.

"Sí, vamos a escalarla", dijo Juan decidido.

El camino estaba lleno de obstáculos, pero los amigos no se rindieron. Subieron rocas, cruzaron senderos llenos de flores y escucharon el canto de las aves.

"¡Mirá esa flor!" exclamó María.

"¿Sabías que las flores también cuentan historias?" dijo Juan.

"¿En serio?" preguntó María.

"Claro, cada color representa una aventura. El rojo cuenta historias de amor, el azul de amistad y el amarillo de alegría", explicó Juan.

Siguiendo con su travesía, llegaron finalmente a la cima de la montaña. Allí, en medio de un paisaje espectacular, estaba el árbol mágico. Sus hojas brillaban con los rayos del sol como si fueran estrellas.

"¡Lo encontramos!" gritó María emocionada.

"Ahora podemos pedir nuestro deseo", dijo Juan, asombrado.

María y Juan se miraron por un momento. Ambos sabían perfectamente qué desear.

"Deseo que siempre podamos vivir aventuras juntos", dijo María.

"¡Sí, eso es lo que quiero también!" respondió Juan.

En ese instante, las hojas del árbol comenzaron a brillar aún más intensamente y un cálido rayo de luz los envolvió.

"Su deseo ha sido escuchado", resonó una voz profunda y amistosa.

"Siempre vivirán aventuras, porque la verdadera magia está en la amistad y en explorar juntos", continuó la voz del árbol.

María y Juan sintieron una gran alegría. Luego, comenzaron a descender por la montaña, llenos de recuerdos y historias que contar.

"Nunca olvidaré este día", dijo Juan mientras regresaban a casa.

"Yo tampoco, Juan. ¡Vamos a contarles a todos sobre nuestra aventura!" respondió María.

Y así, entre risas y cuentos, los dos amigos aprendieron que la amistad y la curiosidad son los mejores tesoros que se pueden encontrar, y que cada día está lleno de magia esperando ser descubierta. Desde ese día, María y Juan siguieron explorando, haciendo de cada momento una nueva aventura, siempre juntos, bajo el sol, junto al río y en el bosque mágico lleno de posibilidades.

FIN.

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