La Aventura de María y Tania en el Huerto Mágico
Había una vez, en un lindo pueblito, dos amigas inseparables: María y Tania. A ellas les encantaba jugar juntas, pero había algo que más les gustaba: ¡comer! Sin embargo, María prefería las golosinas, mientras que Tania adoraba comer frutas y verduras.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano, se encontraron con un viejo arco de madera cubierto de enredaderas verdes.
"Mirá, María, ¿qué será esto?" - preguntó Tania emocionada.
"No sé, pero parece viejo y misterioso " - respondió María con curiosidad.
Las chicas decidieron acercarse y, de repente, escucharon una voz suave que decía:
"¡Bienvenidas, pequeñas exploradoras! Soy el Guardián del Huerto Mágico. Solo pueden entrar si disfrutan de las frutas y verduras."
María miró a Tania, dudando.
"Yo solo quiero caramelos..." - murmulló.
"Pero aquí hay frutas frescas y verduras deliciosas, te prometo que son riquísimas" - insistió Tania.
Con un giro de su varita, el Guardián hizo aparecer un encantador huerto lleno de frutas y verduras que brillaban como joyas.
"Mirá, María, esos tomates son como pelotas rojas y esas zanahorias parecen varitas mágicas" - exclamó Tania.
María estaba muy intrigada.
"¿Y si pruebo una?" - se animó.
"¡Sí! Vamos!"
María se acercó a un tomate jugoso. Al darle el primer mordisco, se sintió llena de energía.
"¡Oh! ¡Es dulce!" - gritó sorprendida.
Las dos amigas comenzaron a probar todo: fresas dulces, zanahorias crujientes y mangos jugosos.
"Esto es increíble, Tania. Nunca pensé que me gustaría tanto!" - dijo María, dando saltitos de alegría.
"Te dije que todo era mágico, María!" - respondió Tania, riendo.
Luego de comer, el Guardián del Huerto se acercó.
"Bravo, chicas! Han demostrado que si pruebas, puedes encontrar cosas maravillosas en lugares inesperados. ¿Quieren ayudarme a cuidar el huerto?"
"¡Sí!" gritaron las dos a la vez.
Así, día tras día, María y Tania se convertían en las guardianas del Huerto Mágico. Aprendieron a plantar, regar y cuidar cada fruta y verdura que crecían. Conocían todos los secretos del huerto y se dieron cuenta de que era mejor compartir y comer alimentos saludables.
"Gracias, Tania, por enseñarme lo rico que son las frutas y verduras" - dijo María un día.
"¡Ya lo ves! Comer bien nos hace sentir fuertes y felices" - respondió Tania, con una sonrisa.
Y así, las amigas volvieron a su pueblito, listas para contarle a todos sobre su aventura y lo maravilloso que era disfrutar de los alimentos que nos da la tierra. Desde ese día, María nunca volvió a preferir solo los caramelos, porque había descubierto que la verdadera magia estaba en las frutas y verduras.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.