La Aventura de Melanie y Alfredo



Era un hermoso día soleado de septiembre cuando Melanie y Alfredo decidieron salir a dar un paseo por el parque. El sol brillaba en el cielo y los árboles se mecían suavemente con la brisa.

"¡Mirá qué lindo está el día!" dijo Melanie con una sonrisa mientras ataba su cabello en una coleta.

"Sí, ¡es perfecto para una aventura!" respondió Alfredo, emocionado.

Los dos amigos caminaron por el sendero del parque, disfrutando del canto de los pájaros y el aroma a flores. A medida que avanzaban, Melanie vio un puesto de helados y su rostro se iluminó.

"¿Te parece si compramos un helado, Alfredo?" preguntó.

"¡Claro! Me encanta el de dulce de leche, ¿y a vos?"

"Yo quiero uno de frutilla. Vamos a comprarlo."

Luego de disfrutar sus helados, continuaron caminando. Encontraron un mercado al aire libre lleno de coloridas frutas y verduras. En un rincón, una señora anciana vendía flores.

"Mirá esas flores, son hermosas. Deberíamos comprar algunas y llevárselas a mamá y a la abuela de cada uno", sugirió Alfredo.

"¡Buena idea!" respondió Melanie entusiasmada.

Con las flores en mano, continuaron explorando el mercado. De repente, chillidos de alegría llamaron su atención: un grupo de niños jugaba con una cometa.

"¡Quiero volar una cometa también!" exclamó Melanie.

"¡Vamos a buscar una!" dijo Alfredo.

Corrieron de regreso al puesto donde vendían cometas de muchos colores. Compraron una cometa de un brillante tono azul.

"¡Esto va a ser divertido!" gritó Melanie mientras sacaban la cometa de su envoltorio.

"¡Vamos a probarla!" dijo Alfredo.

Encontraron un gran prado en el parque donde podían volar la cometa. Alfredo abrió la cometa con firmeza y la dejó elevarse mientras Melanie sostenía el hilo.

"¡Mirá cómo vuela!" dijo Melanie asombrada.

"¡La tenemos en lo alto!" respondió Alfredo con entusiasmo.

Mientras la cometa volaba alto en el cielo, comenzaron a sentir que el viento cambiaba de dirección.

"¿Algo raro está pasando?" preguntó Melanie, confundida.

"Sí, parece que el viento se está intensificando. ¡Cuidado!" gritó Alfredo mientras trataba de sujetar con firmeza el hilo.

De repente, un fuerte soplo de viento hizo que la cometa se tambaleara y, en un movimiento inesperado, se enredó en un árbol cercano.

"¡oh no!" exclamó Melanie.

"¡No! ¡Cómo vamos a recuperarla!" respondió Alfredo mirando hacia el árbol.

Ambos se quedaron un momento en silencio. Luego Melanie tuvo una idea.

"¿Y si pedimos ayuda?"

"Tenes razón. ¡Vamos a preguntar a esa señora!" dijo Alfredo señalando a una mujer que estaba sentada en una banca.

Se acercaron a la señora.

"Disculpe, señora, nuestra cometa se ha enredado en ese árbol. ¿Nos puede ayudar?"

"Por supuesto, queridos. A veces, lo mejor que podemos hacer es pedir ayuda cuando la necesitamos", les contestó ella con una sonrisa.

La señora les ofreció una vara larga y, con cuidado, lograron liberar la cometa del árbol.

"¡Lo logramos!" dijo Alfredo, contento.

"¡Gracias, señora!" respondió Melanie mientras la señora les guiñaba un ojo.

Con la cometa a salvo un nuevo desafío se les presentaba: ¿podrían lograr que volara de nuevo? Alfredo sonrió.

"Vamos, Melanie, ahora sabemos que todo es posible si pedimos ayuda."

"Sí, ¡vamos a hacer que vuele más alto que antes!"

Tras un par de intentos, la cometa volvió a alzarse en el cielo, más bella que nunca, y se convirtió en un símbolo de amigos que enfrentan desafíos juntos. Mientras el sol comenzaba a ocultarse, Melanie y Alfredo se sentaron en la hierba a observar la cometa volar.

"Hoy fue un día increíble", dijo Melanie.

"Sí, pero lo mejor fue aprender que siempre podemos pedir ayuda. ¡Nunca hay que rendirse!"

Y así, bajo el crepúsculo, los dos amigos celebraron su linda aventura, llenos de sonrisas y sueños para los próximos paseos que vendrían.

Fin.

FIN.

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