La Aventura de Merceditas y la Máquina del Mundo
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Alegría, donde todos se conocían y siempre había risas en el aire. Entre sus habitantes, había una niña llamada Merceditas, que tenía una curiosidad tan grande como el cielo mismo. Un día, mientras exploraba el bosque cerca de su casa, encontró algo extraordinario: una antigua máquina de aspecto extraño cubierta de hojas y telarañas.
"¡Qué es esto!" - exclamó, acercándose con cuidado. La máquina era de metal brillante y tenía tubos, palancas y luces que chisporroteaban.
Merceditas recordó las historias que su abuelo siempre le contaba sobre máquinas mágicas que podían transportar a las personas a otros mundos.
"¡Voy a probarla!" - dijo la niña llena de emoción, sin pensar en las consecuencias.
Ella subió a la máquina, ajustó unas palancas y, de repente, un resplandor la envolvió. Con un zumbido, la máquina comenzó a moverse, llevándola a un lugar inesperado.
Cuando Merceditas abrió los ojos, se encontró en un mundo colorido donde todo era diferente. Árboles con hojas de caramelo y animales que hablaban la lengua de los humanos. Se sintió emocionada, pero al mismo tiempo algo nerviosa.
"¡Hola, niña!" - dijo un curioso pingüino con sombrero "Bienvenida a la Tierra de los Deseos. Soy Pipi, el guardián de estos sueños. ¿Qué deseas?"
"No lo sé..." - respondió Merceditas, sorprendiéndose por lo que veía.
Y así, Merceditas empezó a explorar el lugar. Había montañas de galletas, ríos de jugo y un cielo que llovía estrellas. Pero mientras disfrutaba de su aventura, se dio cuenta de que había problemas.
En el centro de la Tierra de los Deseos, unas criaturas traviesas llamadas Tristones estaban causando líos.
"¡Ayuda!" - gritó una rana de ojos grandes "Los Tristones nos han robado nuestros deseos! Sin ellos, no podemos ser felices."
Merceditas sintió empatía por aquellos seres y decidió ayudarles.
"No se preocupen, voy a recuperar sus deseos. Tengo que encontrar a esos Tristones."
Junto a Pipi, se embarcaron en una búsqueda por la mágica tierra. En su camino, Merceditas aprendió sobre el valor de la amistad, el trabajo en equipo y la importancia de nunca rendirse.
Pasaron por ríos de caramelos, montañas de galletas y un bosque lleno de flores que cantaban. A medida que avanzaban, Merceditas se dio cuenta de que tenía que usar su ingenio y creatividad para enfrentar los retos.
Finalmente, encontraron a los Tristones en una cueva oscura. Al entrar, Merceditas vio que los Tristones no eran malvados, solo estaba tristes porque se sentían solos. Los había perdido a todos en su búsqueda de deseos.
"¡Hola, pequeños!" - les dijo Merceditas "No tienen que estar solos. ¿Por qué no compartimos nuestros deseos?"
Los Tristones miraron a la niña sorprendidos.
"¿Compartir?" - preguntó uno de ellos con una voz suave.
"Sí!" - continuó Merceditas "Los deseos son aún más bonitos cuando se comparten. Hagamos una fiesta juntos y celebremos lo que realmente nos hace felices!"
Los Tristones lo pensaron por un momento y luego sonrieron.
"¡Nos encantaría!" - dijeron todos al mismo tiempo.
Así que, Merceditas, Pipi y los Tristones se pusieron manos a la obra. Prepararon una enorme fiesta, llenaron el aire con música y risas, y compartieron sus sueños y deseos. Todos se unieron, y Merceditas comprendió que la felicidad se encontraba en la conexión con los demás y en el compartir.
Al despedirse, los nuevos amigos le agradecieron a Merceditas por su valiente corazón. Cuando regresó a su casa, se dio cuenta de que la antigua máquina no era solo un artefacto, sino una puerta a lecciones valiosas.
Aprendió que aunque los mundos pueden ser diferentes, siempre hay algo en común: la importancia de las relaciones y el poder del amor y la amistad. Desde ese día, Merceditas no solo exploraba el mundo, sino que también soñaba con formas de conectar y colaborar con los demás.
Y así, la niña que encontró una máquina mágica aprendió que compartir es uno de los mayores deseos de todos.
Fin.
FIN.