La Aventura de Miau en el Bosque
Érase una vez, en un pequeño barrio lleno de risas y juegos, una niña llamada Elena de apenas tres años. Elena tenía un gato rojo muy especial llamado Miau. Miau era juguetón y siempre le contaba a Elena sobre sus pequeñas aventuras. Un día, mientras Elena jugaba en el jardín, un ratón se escabulló justo frente a ellos.
"¡Miau, mira!", gritó Elena con alegría.
El gato, intrigado por el pequeño roedor, corrió tras él. Sin embargo, el ratón era muy astuto y rápidamente se metió en el bosque cercano. Miau, emocionado por la caza, lo siguió sin pensarlo dos veces. Pero al poco rato, se dio cuenta de que había ido demasiado lejos y ya no sabía cómo regresar.
Cuando Elena se dio cuenta de que su querido gato no volvía, su corazón se llenó de preocupación. Sus hermanos, Claudia de diez años y David de ocho, se acercaron.
"¿Qué pasa, Elena?", preguntó Claudia, acariciando la cabeza de su hermana.
"Miau se perdió en el bosque", respondió Elena con lágrimas en los ojos.
"No te preocupes, vamos a ayudarla", dijo David, decidido. Juntos, se adentraron en el bosque, asegurándose de que Elena estuviera a su lado.
Al llegar, los niños se encontraron con un hermoso paisaje de árboles altos, flores de colores y sonidos de la naturaleza.
"Primero, tenemos que preguntar a los animales si vieron a Miau", sugirió Claudia. Empezaron por un caballo que pastaba cerca.
"¡Hola, caballo!", llamó David. "¿Has visto a un gato rojo?"
"No, no he visto un gato rojo corriendo por aquí", respondió el caballo con voz profunda. "Pero si quiero ver uno, tendré que buscarlo en el claro. Lo vi jugar allí a la mañana".
"Gracias, caballo! Vamos al claro", dijo Claudia.
Mientras caminaban, encontraron un pez saltando en un pequeño arroyo.
"¡Hola, pez!", saludó Elena. "¿Has visto a Miau?"
"No lo he visto, pero a veces los gatos vienen a jugar cerca del agua. Tal vez deberías revisarlo más adelante".
Continuaron su búsqueda hasta encontrar un pájaro posado en una rama.
"¡Hola, pajarito!", gritó David. "¿Sabés dónde está un gato rojo llamado Miau?"
"Escuché un ruido extraño cerca de un árbol más allá", dijo el pájaro. "Podría ser Miau, pero no puedo volar tan lejos".
Los hermanos no se desanimaron y siguieron su camino. Luego, se encontraron con un cangrejo en la orilla del arroyo.
"Hola, cangrejo!", dijo Claudia. "¿Has visto a un gato?"
"No, pero vi a una nube de polvo acercándose hacia aquel arbusto en la colina. Tal vez ahí lo encuentren", respondió el cangrejo.
"¡Gracias!", gritaron al unísono. Siguiendo el consejo del cangrejo, comenzaron a subir hacia la colina cuando se cruzaron con un cocodrilo que tomaba sol.
"¡Hola, cocodrilo!", saludó David. "¿Sabés algo sobre un gato perdido?"
"Sí, vi a un gato rojo que seguía a un ratón cerca de la orilla del río. Pero se fue más adentro del bosque. Hay un camino que lleva a una cueva. Tal vez allí lo encuentren".
Los niños, un poco nerviosos pero determinados, decidieron que lo mejor sería buscar en la cueva. Caminando juntos, finalmente llegaron a la entrada de la cueva. Se hicieron ruido entre sí, tratando de llamar a Miau.
"¡Miau! ¡Gato! ¡Estamos aquí!", llamaron a coro. Y justo en ese momento, de la oscuridad de la cueva nació un suave ronroneo: era Miau, asomando la cabeza.
"¡Miau!", gritó Elena, corriendo hacia su gato. Miau se acercó y se frotó contra sus piernas, feliz de ver a su niña.
"¡Lo encontramos!", gritaron Claudia y David, abrazando a su hermana.
Elena acarició a Miau y prometió que siempre cuidaría de él. Juntos, los cuatro regresaron a casa, cansados pero llenos de alegría por la aventura que habían compartido y las amistades que habían hecho en el camino.
Desde ese día, Miau aprendió a evitar los ratones y a quedarse más cerca de sus amigos, mientras que Elena, Claudia y David aprendieron que con unión y amistad, podían superar cualquier obstáculo. Y así, siempre recordaron que nunca es tarde para pedir ayuda y que juntos son más fuertes.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
FIN.