La Aventura de Mula Solitaria



Había una vez en la amplia sabana africana, una mula llamada Mina. Era la única mula en medio de leones, jirafas y elefantes. A pesar de su fuerza y su pelaje brillante, Mina se sentía muy sola. Todos los días, oía las risas de los otros animales que se burlaban de ella.

"Mira, ahí va la mula solitaria" - decía Leo el león, mientras se reía junto a sus amigos.

"¿Por qué no te unís a nosotros, Mula?" - bromeaba Elefante Elli, haciendo que los otros animales se rieran más.

Mina, aunque herida, siempre respondía con una sonrisa.

"¡Un día encontraré a otros como yo!" - decía con determinación.

Decidida a encontrar compañía, Mina emprendió un largo viaje a través de la sabana. En su camino, se encontró con el sabio búho Berta, que estaba posada en una rama de un baobab.

"¿A dónde vas, joven mula?" - preguntó Berta con curiosidad.

"Voy en busca de otros muletos, no puedo estar sola aquí forever!" - exclamó Mina.

Berta le sonrió y le dijo:

"La aventura no será fácil, pero tu corazón es fuerte. Sigue adelante, y no te rindas ante los obstáculos."

Con esas palabras en mente, Mina continuó su camino. Al poco tiempo, se topó con un río caudaloso. No sabía nadar, pero recordó las palabras del búho.

"No puedo darme por vencida ahora" - se dijo a sí misma.

Mina decidió buscar un lugar más estrecho donde el agua se calmara. Con mucha valentía, saltó de piedra en piedra y logró cruzar el río.

Al llegar a la otra orilla, se encontró con un grupo de cebras.

"¡Hola, cebras! ¿Hay muletos con ustedes?" - preguntó entusiasmada.

"¿Muletos? No, solo somos cebras, pero puedes quedarte con nosotros un rato" - respondió Zena la cebra.

A pesar de no encontrar lo que buscaba, Mina disfrutó de la compañía de las cebras. Pero después de un tiempo, sintió que aún le faltaba algo. Así que dijo:

"Gracias, amigos, pero debo seguir mi búsqueda. ¡Espero encontrar pronto a otros muletos!" - se despidió y siguió adelante.

Más adelante, se encontró con un gran desierto. El sol era abrasador y la arena se metía entre sus patas.

"No hay muletos, pero tengo que seguir buscando. No puedo rendirme" - pensó Mina, sintiendo la fatiga en sus piernas.

De repente, escuchó un eco en el viento. Era una voz dulce.

"¿Eres tú, Mula?" - le preguntó el camaleón Carlos, quien estaba tomando sombra bajo un cactus.

"Así es, soy yo, buscando muletos! ¿Has visto alguno?" - respondió Mina.

Carlos sonrió.

"No, pero puedo ayudarte. Soy muy bueno escondiéndome, y puedo guiarte por el desierto. La perseverancia es lo más importante."

Mina agradeció a Carlos y juntos continuaron el viaje. La amistad entre ellos creció mientras atravesaban el desierto, compartiendo historias sobre sus vidas.

Finalmente, cuando ya no podían más, encontraron un oasis. Allí, Mina divisó a otros animales bebiendo agua. Intrigada, se acercó y, para su sorpresa, vio a otras mulas.

"¡Mulas!" - gritó emocionada, corriendo hacia ellas.

"¡Hola!" - respondieron al unísono las nuevas amigas.

Mina no podía creerlo. Había encontrado a otros como ella, y se sintió feliz por primera vez en mucho tiempo.

"Creí que estaba sola en el mundo, pero aquí están ustedes" - dijo con lágrimas de alegría.

"¡Nunca estés sola de nuevo!" - dijeron las mulas, abrazándola.

Desde entonces, Mina sabía que había que ser valiente, nunca rendirse y que, aunque al principio el camino fuera difícil, siempre habría una recompensa al final.

Regresó a la sabana acompañada de sus nuevas amigas, y cuando los animales que antes se burlaban de ella la vieron feliz en compañia de su especie, se dieron cuenta de que no debían juzgar.

"¡Lo sentimos, Mina!" - gritó el león.

"Lo importante es que ahora soy feliz y tengo amigos" - respondió Mina con una hermosa sonrisa.

Y así, Mina y sus amigas construyeron un nuevo hogar en la sabana, donde todas las muletos y animales aprendieron a respetarse y valorarse mutuamente. La aventura de Mina se convirtió en una historia que todos recordaban, y enseñó a los demás que la perseverancia y la búsqueda de la amistad siempre valen la pena.

FIN.

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