La Aventura de Nicolás, el Perro y el Slime
Era un día soleado en la casa de Nicolás, un niño de tres años lleno de energía y curiosidad. En el jardín, su dueño, un joven llamado Martín, jugaba con su perro llamado Max. Max era un perro adorável que adoraba correr detrás de una pelota roja. Nicolás, sentado en el césped, estaba muy concentrado jugando con su Slime Rancher, un juguete lleno de coloridos slime que le encantaba.
- ¡Mirá, Max! - exclamó Martín, lanzando la pelota al aire. El perro salió disparado, sus patas hacían un ruido alegre sobre el césped.
Nicolás se rió al ver a su perro correr tan rápido.
- ¡Max, ven! - gritó mientras estiraba sus manos hacia él.
El perro, entusiasmado, regresó de un salto, llevando la pelota en su boca, y dejó caer la pelota justo al lado de Nicolás. El pequeño se rió y le acarició la cabeza a Max.
- ¡Sos el mejor perro del mundo!
Pero de repente, mientras Martín jugaba con Max, la pelota se desvió y fue a parar detrás de unos arbustos.
- ¡Oh, no! - dijo Martín, un poco preocupado. - Voy a buscarla.
Martín se acercó a los arbustos. Nicolás lo observaba con atención, todavía jugando con su slime. Al acercarse más, Martín notó que la pelota había caído en un pequeño hueco.
- ¡Es como un mini mundo! - se sorprendió. - ¿Qué hay ahí?
Nicolás se levantó de un salto, emocionado.
- ¡Voy a ver! - dijo, acercándose a su dueño.
Martín, curioso, agachó la cabeza y lo siguió. Dentro del hueco, vieron que había pequeñas flores de colores, un montón de insectos amistosos y hasta una mariposa que revoloteaba.
- ¡Mirá, Nicolás! - dijo Martín, señalando a la mariposa. - Hay un mundo escondido aquí, lleno de vida.
- ¡Quiero tocarla! - gritó Nicolás moviendo sus manitos con alegría.
Martín sonrió y le dijo: - Claro, pero hay que ser muy suaves y cuidadosos. Vamos a acercarnos despacito.
Nicolás, siguiendo las instrucciones de su dueño, se acercó lento. Sin embargo, Max, al ver a su amigo, se emocionó también y comenzó a mover la cola, haciendo ruido entre las ramas.
- ¡Max, quieto! - gritó Martín, pero ya era tarde. El perro salió a correr, asustando a la mariposa que voló alto.
- ¡Noooo! - exclamó Nicolás.
Desconcertados, Martín y Nicolás vieron cómo la mariposa se alejaba del pequeño mundo justo cuando Nicolás dejó caer su Slime Rancher. El slime brilló y, al caer, comenzó a moverse, formando figuras divertidas en el aire.
- ¡Mirá lo que hace el slime! - dijo Nicolás, señalando con entusiasmo.
Martín sonrió. - Creo que tenemos otra forma de atraer a la mariposa. ¡Vamos a hacer que le interese!
Ambos comenzaron a crear formas coloridas con el slime, alzando los colores y pasándolas por el aire. Poco a poco, la mariposa comenzó a acercarse, cautivada por los brillos.
- ¡Sí! ¡Lo logramos! - gritaron juntos.
De repente, una pequeña ráfaga de viento sopló, llevando el slime a volar más allá. Nicolás, lleno de empuje, gritó: - ¡A seguirlo! - mientras Max ladraba alegremente, como si entendiera la misión.
Persiguieron el slime volador como si fuera un juego y se dieron cuenta de cuán divertido era explorar juntos.
- Esta aventura es genial - dijo Martín.
- ¡Sí! - dijo Nicolás. - ¡Vamos a buscar más colores!
Al final, la mariposa se acercó suavemente y se posó en el brazo de Nicolás.
- ¡Mirá, es nuestra amiga! - exclamó el niño, con los ojos iluminados.
- Siempre hay un poco de magia en el mundo, si aprendemos a buscarla, ¿no es así? - preguntó Martín, mientras acariciaba a Max.
Nicolás asintió, aún con la mariposa en su brazo. - ¡Sí! Jugando, aprendemos y encontramos cosas hermosas.
Y así, entre risas, slime y aventuras, los tres amigos siguieron descubriendo el pequeño mundo del jardín, construyendo recuerdos llenos de amor y alegría. El día terminó con una promesa: siempre seguir explorando, porque juntos podían encontrar sorpresas increíbles en cualquier rincón del mundo.
- ¡Hasta la próxima aventura! - dijeron al unísono, con el corazón lleno de felicidad.
FIN.