La Aventura de Nicolás en la Plaza
Había una vez un niño llamado Nicolás, que vivía en un barrio lleno de colores y risas. A Nicolás le encantaba jugar en la plaza del barrio. Allí había un tobogán gigante, columpios, una calesita que giraba y un enorme árbol que, según decía su abuela, era tan viejo como el tiempo.
Una soleada tarde de sábado, Nicolás decidió invitar a sus amigos a jugar en la plaza. "¡Vengan, chicos! Vamos a hacer un campeonato de fútbol en el césped"-, les gritó emocionado. Sus amigos, Valeria, Tomás y Lucas, llegaron corriendo. "¡Sí! ¡Tengo ganas de ganar!"-, dijo Tomás mientras hacía algunos movimientos de fútbol.
El grupo comenzó a jugar, pero al poco tiempo, se dieron cuenta de que el juego era un poco desigual. Nicolás, siendo el más ágil, siempre lograba marcar goles. "No es justo, Nico. ¡Sos muy bueno!"-, se quejó Valeria.
Nicolás sintió que sus amigos se estaban desanimando. Entonces, tuvo una idea. "¿Qué les parece si hacemos dos equipos y yo juego en el que menos goles ha marcado? Así todos tenemos las mismas oportunidades de ganar!"-
Los amigos lo miraron sorprendidos. "No sé, Nico..."-, dudó Lucas.
"¡Dale! Es solo un juego, y lo importante es divertirnos. ¡Así todos podemos disfrutar!"-, animó Nicolás con una enorme sonrisa.
Finalmente, aceptaron la propuesta. El juego continuó, y con Nicolás en el equipo perdedor, todos se sintieron más motivados. Fue una tarde llena de risas, goles y sobre todo, de compañerismo.
Cuando terminaron, se dieron cuenta de que las sombras de la tarde empezaban a alargarse. "¡Ganamos!"-, dijo Tomás, levantando las manos al cielo, mientras Valeria aplaudía. "Pero todos jugaron muy bien. Eso es lo que importa!"-, respondió Nicolás orgulloso.
Mientras caminaban hacia el árbol viejo para descansar un rato, notaron que había un grupo de niños que se lamentaban cerca de la calesita. Nicolás se acercó curioso. "¿Qué les pasa, chicos?"-
Uno de ellos, Matías, les explicó que el dinero que habían juntado para jugar en la calesita se había caído y no podían jugar. Nicolás miró a sus amigos y, sin pensarlo dos veces, dijo "Nosotros tenemos algunos pesos. Vamos a ayudar a los chicos a que puedan jugar"-
Valeria, Tomás y Lucas asintieron. "¡Es una gran idea!"-, dijo Valeria. Juntos, fueron a la tienda más cercana y compraron un par de boletos para la calesita.
Al regresar, se lo dieron a Matías y su grupo. "¡Aquí tienen! Otros niños nos ayudaron cuando nos sentíamos mal y queremos hacer lo mismo. ¡Diviértanse!"-, dijo Nicolás con entusiasmo.
Los rostros de Matías y sus amigos se iluminaron. "¡Mil gracias, chicos! Ustedes son geniales!"- exclamó Matías mientras corría hacia la calesita.
Esa tarde, Nicolás y sus amigos se dieron cuenta de que la verdadera diversión no solo venía de ganar o perder, sino de compartir y ayudar a los demás. Comenzaron a jugar en la plaza, mientras la calesita giraba, llenando el aire con risas y música.
El sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo de colores. Nicolás sintió que esa había sido una de las mejores aventuras de su vida. **Y así, les prometió a sus amigos que siempre jugarían juntos, compartiendo no solo juegos, sino también momentos inolvidables.**
Desde ese día, la plaza se convirtió en un lugar donde la amistad y la generosidad reinarían por siempre.
FIN.