La Aventura de Nina y el Árbol de los Deseos



Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde vivía una niña llamada Nina. Nina era una nena curiosa, siempre dispuesta a descubrir cosas nuevas. Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con un árbol gigantesco y frondoso que nunca había visto antes. Sus hojas brillaban como si tuvieran magia.

- ¡Wow! Este árbol es enorme! - exclamó Nina, maravillada.

Mientras se acercaba, se dio cuenta de que en su tronco había una hendidura en forma de corazón. Decidió acercarse más y miró dentro. Para su sorpresa, ¡había algo dentro!

- ¡Hola! - dijo una voz suave.

- ¿Quién es? - preguntó Nina, mirando a su alrededor.

- Soy el guardián del Árbol de los Deseos. Si haces un deseo sincero, puedo ayudarte a hacerlo realidad... ¡solo si lo haces pensando en los demás! - contestó la voz.

Nina no podía creer lo que escuchaba. Había escuchado historias sobre árboles mágicos, pero nunca creyó que fueran reales.

- Mmm, quiero pensarlo - dijo Nina, frotándose la barbilla.

Así que se volvió a su casa y trató de decidir qué desear. Pero en lugar de pensar en sí misma, se le ocurrió que podría ayudar a otros. En el pueblo, muchos chicos no tenían juguetes o cosas para jugar.

Al día siguiente, volvió a ver al árbol.

- Estoy lista para hacer mi deseo - dijo Nina, mirando adentro del corazón del árbol.

- ¿Cuál es tu deseo, pequeña? - preguntó el guardián.

- Quiero que todos los chicos de Villa Esperanza tengan juguetes para jugar - respondió Nina con determinación.

El árbol tembló de alegría y sus hojas resplandecieron más aún.

- Tu deseo ha sido escuchado. ¡Hazlo realidad! - dijo el guardián inmenso.

De repente, una lluvia de juguetes comenzó a caer del árbol. Juguetes de todo tipo: muñecas, pelotas, autitos, y títeres, llenaron el aire como estrellas brillantes. Nina no podía creer lo que estaba pasando.

- ¡Esto es increíble! - gritó mientras recogía algunos juguetes.

El guardián sonrió y le dijo:

- Recuerda, Nina, la verdadera magia está en compartir y ayudar a los demás.

Mientras repartía los juguetes a los chicos del pueblo, el rostro de cada uno brillaba de felicidad.

- ¡Gracias, Nina! - decían todos en coro.

Sin embargo, entre la alegría, un niño llamado Joaquín se dio cuenta de que los juguetes no durarían para siempre.

- Pero, ¿qué pasará el año que viene? - preguntó Joaquín, un poco triste.

Nina se quedó reflexionando. Ella sabía que la felicidad no solo venía de los juguetes, sino de tener amigos, de jugar juntos y de cuidar de lo que uno tiene.

- Tenés razón, Joaquín - dijo Nina. - Pero podemos hacer algo más grande. ¿Qué tal si creamos un club de juegos?

- ¿Cómo? - preguntaron varios niños.

- ¡Podemos reunirnos todos los sábados y jugar juntos! - sugirió Nina con una gran sonrisa.

- ¡Eso suena genial! - exclamó Joaquín, entusiasmado.

Y así fue como nació el Club de los Juegos en Villa Esperanza. Cada fin de semana, todos se reunían para jugar, compartir ideas y realizar distintas actividades. Crearon juguetes con materiales reciclados y aprendieron a cuidar el medio ambiente mientras se divertían.

Con el tiempo, el pueblo se llenó de risas, amistad, y ellos aprendieron a ser creativos. No solo eran dueños de juguetes, eran dueños de su felicidad y de su amistad.

Nina nunca olvidó el árbol mágico. Y, justo un año después de su deseo, como agradecimiento, decidió volver a visitar el árbol. Para su sorpresa, encontró un hermoso cartel colgado de una de sus ramas que decía:

'La verdadera magia está en el amor y la amistad'.

- ¡Gracias por todo! - gritó Nina hacia el árbol, mientras sentía su corazón lleno de alegría.

Y así, el árbol de los deseos siguió manteniendo su magia a través de los corazones de todos los chicos de Villa Esperanza, enseñando que lo mejor que podés hacer es dar y compartir con otros.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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