La Aventura de Niña y las Frutas Mágicas



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada Sofía que todos conocían como Niña. Niña era muy feliz y le encantaba jugar con sus amigos, pero había un pequeño problema: ¡no le gustaban las frutas! En su casa, su mamá siempre decía:

"Sofía, deberías comer frutas, son muy saludables para vos."

Pero Niña respondía con un gesto de desagrado:

"¡Ay, mamá! No me gustan, son muy jugosas y las texturas me parecen raras. Prefiero las galletitas y los dulces."

Un buen día, mientras jugaba en el parque, Niña escuchó un ruidito extraño. Era un pequeño duende llamado Frutalito, quien había caído de un árbol mientras intentaba recolectar frutas mágicas.

"¡Hola! Soy Frutalito, el guardián de las frutas. Ayúdame a reunirlas, y a cambio, te contaré un secreto especial sobre ellas."

Niña miró al duende, intrigada.

"¿Un secreto? ¿Cuál es?"

"Las frutas tienen poderes mágicos. ¡Pueden darte energía para jugar más y hacer grandes aventuras! Pero solo si las comes."

Niña se lió en una conversación con Frutalito acerca de sus habilidades mágicas.

"Por ejemplo, la naranja te hará correr como el viento, y la fresa te ayudará a saltar más alto."

A Niña le brillaron los ojos ante la idea de ser la más rápida y la más alta. Sin embargo, seguía dudando.

"Mmm... No sé, Frutalito, suena divertido, pero todavía no me gustan."

Frutalito, decidido a ayudarla, le propuso un trato.

"Voy a mostrarte una fruta mágica. Si te gusta, prometés probar todas las frutas conmigo."

Niña, curiosa, aceptó. Frutalito la llevó a un árbol frutal escondido en el bosque. Era un árbol gigantesco cuyas frutas brillaban con luz propia.

"¡Mirá! Esta es la fruta de la felicidad. Si la comes, ¡nunca volverás a ver las frutas como algo raro!"

Niña dudó.

"Pero, ¿y si no me gusta?"

"Solo probála. Te prometo que será diferente."

Con un poco de valentía, Niña tomó la fruta y dio un mordisco. Al instante, un estallido de colores inyectó su mente, y sintió un cosquilleo de energía recorrer su cuerpo.

"¡Es deliciosa!" exclamó.

Frutalito sonrió, sabiendo que había logrado su objetivo.

"¿Ves? Y eso es solo el comienzo. La fruta está repleta de energía. ¡Vamos a jugar!"

Sofía se sentía rápida, más ágil que nunca. Corría, saltaba y reía. Cada fruta que probaba le brindaba más energía y una nueva habilidad. Junto a Frutalito, disfrutó de una tarde estupenda recolectando frutas.

"¡Esto es genial! ¡Quiero seguir probando más frutas!" dijo emocionada Niña.

Y así fue como cada día, Niña y Frutalito compartieron aventuras. Descubrieron frutas de todos los colores: las uvas que daban fuerza y las manzanas que promovían risas. Niña había olvidado por completo que solía evitar las frutas.

Pasaron semanas, y en su casa, todos se dieron cuenta del cambio en Niña. Su mamá, al ver que comía frutas felices, le preguntó:

"¡Sofía! ¿Qué pasó con tu aversión?"

"¡Mamá! He descubierto que las frutas son mágicas y deliciosas. ¡Me hacen sentir increíble!"

Un día, mientras jugaban, Frutalito le dijo:

"Tu amor por las frutas inspira a otros a probarlas también. ¡Eres una verdadera Exploradora de Frutas!"

Niña decidió organizar un evento en el parque, donde todos sus amigos podían probar diferentes frutas, y jugar a ser guerreros de la energía.

"¡Vengan todos! Vamos a celebrar la Fiesta de las Frutas!" anunció.

Cada niño que probó las frutas mágicas se llenó de alegría, y Niña se sintió como una heroína.

Con el tiempo, el pequeño pueblo se llenó de risas, aventuras y colores, gracias a la nueva pasión de Niña por las frutas. Y así, Niña dejó de evitarlas, para convertirse en una experta en la materia.

Sofía siempre recordará su primer encuentro con Frutalito, el pequeño duende, quien le enseñó que a veces, solo hay que probar algo nuevo para descubrir que puede ser maravilloso.

Fin.

FIN.

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