La Aventura de Nino y la Lupa Mágica



Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Nino. A Nino le encantaba jugar con los números. Cada día después de la escuela, corría al parque y se sentaba en un banco, donde imaginaba que los números cobraban vida. Les daba nombres y los usaba para contar cuántas flores veía, cuántos pájaros volaban y cuántas mariposas daban vueltas a su alrededor.

Un día, mientras exploraba un nuevo parque, Nino se encontró con un lugar misterioso lleno de transportes: coches, bicicletas, trenes y aviones, todos brillantes y coloridos. Todo era tan emocionante que Nino comenzó a contar todos los tipos de transportes que veía, empezando por el número uno, pero algo extraño pasó.

"Uno, dos, tres, cuatro..."

Nino se quedó paralizado.

"Pero... ¿cuántos son?"

Los números estaban desapareciendo. No había forma de contar lo que veía porque sus cantidades se habían esfumado.

"¡Oh no! ¿Dónde están los números?"

Nino sintió un nudo en el estómago. Era como si el aire se hubiera llevado los números volando lejos.

Mientras buscaba, se topó con una anciana en una esquina del parque, que parecía conocer el lugar. Ella llevaba un bastón muy particular que brillaba como el sol.

"Hola, Nino. Buscas algo, ¿verdad?"

"Sí, señora. He perdido los números y no puedo contar nada"

La anciana sonrió y, de un pequeño bolso, sacó una lupa mágica.

"Esta lupa te ayudará a encontrarlos, pero ten cuidado. A veces, lo que parece evidente no lo es tanto".

Nino tomó la lupa y mirando a través de ella, de repente todo se iluminó. Comenzó a ver números flotando alrededor de los transportes.

"¡Mirá! Hay un uno en ese coche rojo y un dos sobre la bicicleta de la esquina"

"Eso es genial, pero ¿por qué los números están aquí y no en su lugar?"

La anciana frunció el ceño.

"Los números se han dispersado porque olvidaron lo que representan. Tienes que ayudarles a recordar su valor"

"¡Claro! ¡Voy a ayudarlos!"

Nino se acercó al coche rojo y dijo:

"¡Uno! Eres el primero, el líder de todos los números"

Los números comenzaron a brillar y pudieron escuchar a Nino.

"Dos, ¡es el que está contigo!"

Rápidamente, todos los números comenzaron a volver. El tres, el cuatro, el cinco... cada uno de ellos llorando de alegría por ser recordados.

Hasta que Nino se dio cuenta de que había un problema.

"Solo veo hasta el cinco; falta el seis, el siete, el ocho, el nueve y el diez"

"¡Oh no! ¡Debemos encontrarlos!"

Nino miró la lupa y recordó las palabras de la anciana.

"¿Dónde podría estar el seis? ¡Debemos pensar!"

Comenzaron a buscar entre los trenes.

"Puede estar viajando"

"¡Mirá, ahí está! El seis está en el tren, contando los pasajeros"

Uno a uno, fueron encontrando a los números, hasta que solo quedó el diez.

"¿Dónde estará?"

Nino cerró los ojos y recordó lo más importante de todos los números.

"¡El diez es el más feliz! ¡Siempre está con los demás!"

Así que buscó donde siempre había diversión, cerca de un grupo de niños que estaban jugando.

"¡Mirá! ¡El diez está jugando al fútbol!"

Con la ayuda de la lupa mágica, Nino fue capaz de reunir a todos los números.

"Chicos, por favor, recuerden lo importante que son y cómo estamos conectados"

Los números se pusieron en fila y finalmente estaban completos.

"Ahora podemos contar todo lo que queramos juntos"

Nino sonrió y, a partir de ese día, se prometió cuidar de sus números como sus amigos.

"Nunca olvidaré que cada número tiene su propia historia y su propio lugar en el mundo"

La anciana volvió a aparecer, llevándose la lupa.

"Lo hiciste muy bien, pequeño. Cada número tiene algo importante para contar"

Así, Nino regresó a su hogar, mucho más sabio y con el corazón lleno de números y alegría, listo para seguir contando nuevas historias cada día.

FIN.

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