La aventura de Oliver y Benito


Érase una vez en el hermoso bosque de la Patagonia, un búho llamado Oliver que vivía en lo alto de un frondoso árbol. Oliver era muy curioso y le encantaba observar a todos los animales que pasaban por allí.

Una soleada mañana, mientras Oliver disfrutaba del cálido sol sobre sus plumas, vio algo moverse entre los arbustos. Era un conejo blanco y esponjoso llamado Benito.

El búho quedó fascinado por su suave pelaje y sus grandes orejas largas como alas. Oliver decidió acercarse al conejo para entablar una amistad. -¡Hola! ¿Cómo te llamas? , preguntó el búho con entusiasmo. El conejo se sobresaltó y miró hacia arriba, sorprendido por la voz proveniente del árbol.

-¡Oh! Hola, soy Benito. Nunca había conocido a un búho tan simpático como tú. Los dos amigos comenzaron a charlar animadamente y se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común.

Oliver le contó a Benito sobre sus aventuras nocturnas volando por el bosque y cómo disfrutaba observar las estrellas desde lo alto de su árbol. -¡Eso suena increíble! Me encantaría poder volar contigo alguna vez, dijo Benito emocionado.

Oliver sonrió con picardía y propuso: -¿Qué tal si vamos juntos esta noche? Te llevaré a volar por el cielo estrellado. Benito no podía creerlo, ¡iba a cumplir uno de sus sueños más anhelados! Los dos amigos esperaron ansiosos la llegada de la noche.

Finalmente, cuando el sol se escondió detrás de las montañas y el cielo se llenó de estrellas, Oliver y Benito emprendieron su vuelo mágico. El búho llevaba al conejo en sus garras mientras disfrutaban del fresco viento nocturno.

Mientras volaban, Oliver le explicaba a Benito sobre las constelaciones y cómo los antiguos aborígenes mapuches solían contar historias basadas en ellas. A medida que avanzaban por el oscuro cielo, Benito se dio cuenta de lo vasto y maravilloso que era el universo.

De repente, un fuerte viento comenzó a soplar y separó a los dos amigos. Oliver intentó volver hacia Benito, pero una ráfaga lo arrastró en dirección opuesta. Ambos quedaron desesperados tratando de encontrarse nuevamente.

Cuando parecía que todo estaba perdido, un grupo de luciérnagas apareció cerca del árbol donde vivía Oliver. Al ver la angustia en sus ojos brillantes, decidieron ayudarlo formando una flecha luminosa que señalaba el camino hacia donde había visto por última vez a Benito.

Con lágrimas de alegría en los ojos, Oliver siguió la guía brillante hasta encontrar a su amigo conejo temblando junto a un arbusto. Se abrazaron con fuerza y prometieron no separarse nunca más.

Desde aquel día, Oliver y Benito continuaron explorando juntos el bosque cada noche. Descubrieron nuevos lugares secretos e hicieron amistad con otros animales del lugar.

Aprendieron que, aunque la vida puede tener giros inesperados, siempre hay una forma de encontrar el camino de regreso a quienes amamos. Y así, entre risas y aventuras, Oliver y Benito demostraron que la amistad verdadera puede superar cualquier obstáculo y llenar nuestras vidas de alegría y compañía.

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