La Aventura de Paloma la Viajerita



Érase una vez, en un tranquilo pueblo rodeado de colinas verdes y un hermoso lago, vivía una paloma llamada Paloma. A diferencia de las demás palomas, Paloma era una viajera incansable. Desde muy pequeña, soñaba con ver el mundo más allá de su hogar. Un día, mientras picoteaba en busca de semillas, se dio cuenta de que tenía mucha hambre.

"- ¡Qué delicia una galletita de maíz!", exclamó Paloma sintiendo su pancita gruñir.

Decidida a saciar su apetito, Paloma decidió volar hasta el mercado del pueblo. Al llegar, sintió un aroma riquísimo que provenía de un puesto de comida.

"- ¡Wow! ¿Qué es eso tan rico?", preguntó Paloma a un niño que estaba comiendo.

"- Son empanadas de carne, ¡son las mejores del mundo!", respondió el niño con una sonrisa.

"- ¡Quiero probar una!", dijo Paloma, mientras sus ojos brillaban de emoción.

Sin embargo, no tenía dinero para comprarlas. Así que, en lugar de rendirse, se le ocurrió una idea.

"- ¡Voy a ayudarte! Puedo ser tu compañera de juegos a cambio de una empanada", propuso Paloma.

El niño sonrió, viendo lo ingeniosa que era. "- ¡Me encanta la idea! Vamos a jugar a correr hasta el lago y el primero que llegue se lleva la empanada."

Ambos comenzaron a correr, riendo al compás de sus pasos. Al llegar al lago, Paloma se arriesgó a volar un poco más alto para ver el panorama. Desde allí, pudo ver montañas a lo lejos y decidió que necesitaría más aventuras.

"- ¡Mirá cuán lejos se ve! ¿Te gustaría viajar conmigo a esos lugares?", le propuso Paloma al niño.

"- ¡Sí! Pero, primero, ¿puedes conseguirme esas empanadas?", contestó el niño todavía pensando en el juego.

Así fue. Luego de haber jugado y reído juntos, Paloma se acercó al puesto de comida y le pidió al vendedor, un amable anciano, si podía ayudarle con algo a cambio de una empanada. El anciano le dijo:

"- Si es por ayudar, voy a necesitarle para que ahuyente a las gaviotas que me roban las bolsas de comida."

"- ¡Puedo hacer eso!", gritó Paloma con confianza. Y voló rápido hacia las gaviotas, espantándolas con sus alas. El anciano, muy agradecido, le dio la empanada prometida.

"- Ahora sí!", dijo Paloma, mientras disfrutaba de la deliciosa comida, sintiéndose satisfecha. “- ¡Deberemos organizar más juegos para que alguien más nos ayude a viajar!".

Con la pancita llena, Paloma propuso seguir organizando juegos en el pueblo para que los niños pudieran aprender a colaborar y divertirse al mismo tiempo. Así inició una maratón de juegos mientras Paloma apuntaba en su mapa donde había volado y los lugares que quería conocer.

"- Si todos colaboramos, podremos visitar el bosque encantado, la montaña mágica y hasta la tierra de las flores gigantes!", exclamó la paloma con entusiasmo. Los niños, llenos de energía, decidieron formar una gran bandada para emprender la aventura juntos.

A medida que iban viajando, Paloma enseñaba a sus amigos sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y la belleza de cada lugar. En su viaje, encontraron tal vez la primera parada que podría cambiarlo todo: un bosque donde las flores hablaban.

"- ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?", preguntó una flor gigante asomándose.

"- Somos amigos en busca de aventuras y queremos cuidar el mundo junto a ustedes!", respondieron unánimemente los niños y Paloma.

La flor, emocionada por su noble causa, les dio un gran consejo: "- Para seguir viajando por un mundo lleno de maravillas, deben cuidar a todos los seres vivos y siempre actuar con amabilidad. ¡Así el mundo será su hogar!".

Con su amor por la aventura y sus corazones llenos de esperanza, Paloma y sus amigos continuaron su viaje, aprendiendo sobre la naturaleza, ayudando al prójimo y, sobre todo, disfrutando cada momento juntos. En cada lugar que visitaban, compartían su risa y descubrían la alegría de la amistad y de cuidar el mundo.

Y así, Paloma, la hambrienta viajera, se transformó en la líder de un grupo de amigos aventureros que entendieron que la verdadera felicidad está en compartir y aprender juntos.

"- ¡El viaje nunca termina, solo se transforma!", decía Paloma, con una sonrisa brillante en su pico. Y así, un día, se dio cuenta de que tenía algo más importante que empanadas: amigos y una enorme cantidad de recuerdos.

Desde entonces, la paloma no sólo se convirtió en la viajera del mundo, sino también en la guardiana de la amistad y la alegría.

FIN.

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