La Aventura de Pato Triste
En un tranquilo pueblo, justo al borde de un cerro mágico, vivía un pato llamado Patricio, aunque sus amigos lo llamaban Pato Triste. No porque fuera realmente triste, sino porque siempre veía el mundo de manera melancólica.
Un día, mientras sus amigos saltaban y jugaban, Pato Triste se sentó en una roca, mirando al cerro.
"¿Por qué nunca puedo ser tan feliz como el resto?" - suspiró Patricio.
Sus amigos, la ardilla Clara y el conejo Rufus, se le acercaron.
"No te pongas así, Pato Triste. Deberías acompañarnos a explorar el cerro, ¡quizás encuentres algo que te haga sonreír!" - dijo Clara con entusiasmo.
"¿Cómo podré ser feliz si mi nombre me lo dice todo?" - respondió él.
Pero Clara y Rufus no se dieron por vencidos. Le ofrecieron su ayuda.
"Vamos, queremos mostrarte un lugar especial. ¡Es lo más bonito del cerro!" - insistió Rufus.
Pato Triste miró a sus amigos. Les quería, así que decidió acompañarlos. Mientras ascendían, se encontraron con un sendero lleno de flores de colores vibrantes y mariposas que revoloteaban.
"Miren qué belleza, Pato Triste. ¡No puedes estar triste aquí!" - exclamó Clara.
Sin embargo, Patricio seguía con la cabeza gacha. De repente, avanzaron hasta un precipicio. Desde allí, podían ver todo el valle.
"¡Wooow!" - gritó Rufus.
"¡Es increíble!" - añadió Clara.
"Es hermoso, sí..." - dijo Pato Triste, un destello de sorpresa asomándose en sus ojos.
Pero justo en ese momento, el suelo cedió bajo sus patas.
"¡Cuidado!" - gritó Clara.
Patricio, sin poder contenerse, resbaló y terminó cayendo por un pequeño foso que parecía interminable. Cuando finalmente paró de caer, se encontró en un lugar oscuro y frío.
"¡He muerto!" - pensó asustado. Pero al mirar a su alrededor, se dio cuenta de que no era así. Estaba en un mundo subterráneo lleno de piedras brillantes. Al instante, una luciérnaga apareció.
"Hola, pato triste. ¿Te encuentras bien?" - dijo la luciérnaga con una voz suave.
"No sé... creo que me he perdido..." - respondió Patricio, sintiéndose un poco más animado al hablar.
"No estás perdido, solo has descubierto un nuevo lugar. Aquí abajo, puedes encontrar tu alegría, sólo necesitas aprender a mirar de manera diferente." - le dijo la luciérnaga.
Patricio comenzó a explorar el maravilloso mundo subterráneo. Descubrió cuevas llenas de estalactitas que brillaban como estrellas.
"¡Miren eso!" - dijo Patricio con admiración.
Cuando fue a tocar una de las estalactitas, escuchó un eco que resonó por todo el lugar.
"¡Es un sonido hermoso!" - exclamó.
La luciérnaga sonrió.
"Cada vez que encuentras algo que te gusta, algo cambia dentro de ti. Lo que ves ahora, es parte de tu alegría interna." - le explicó.
Pato Triste comenzó a reírse, sintiéndose un poco más ligero. Después de explorar cada rincón y ver tantas maravillas, decidió que ya era hora de regresar.
"Pero, ¿cómo salgo de aquí?" - preguntó.
"Cierra los ojos y piensa en tus amigos. Ellos te ayudarán a volver. El amor y la amistad te guiarán siempre." - respondió la luciérnaga.
Así lo hizo. Cuando abrió los ojos, estaba de nuevo en el cerro, rodeado de sus amigos.
"¡Estás de vuelta!" - gritaron Clara y Rufus al verlo aparecer.
"Chicos, ¡tienen que conocer el lugar que visité!" - exclamó emocionado.
"Aprendí que a veces, a pesar de parecer triste, podemos encontrar alegría en lo que nos rodea." - agregó con una sonrisa.
Desde ese día, Pato Triste ya no se sintió así. Empezó a mirar la vida con otros ojos, viendo siempre la belleza en lo cotidiano.
"Gracias por ayudarme, amigos. Nunca supe que el mundo podía ser tan brillante y lleno de sorpresas. ¡Vamos a descubrir juntos más lugares!" - dijo lleno de alegría.
Así, Pato Triste y sus amigos continuaron sus aventuras en el cerro, cada día descubriendo algo nuevo y aprendiendo a ver el mundo con una sonrisa.
FIN.