La Aventura de Pauliflor y Rosabella



En un hermoso bosque lleno de flores y árboles frondosos, vivían dos amigas inseparables: Pauliflor y Rosabella. Les encantaba jugar y explorar cada rincón de su mágico hogar. Al caer la tarde, solían sentarse bajo un gran roble y compartir sus sueños.

Un día, mientras recolectaban flores silvestres, Pauliflor exclamó:

"¿Te imaginas si un príncipe viniera a llevarnos en un castillo?"

Rosabella rió y respondió:

"¡O si un dragón nos invitara a volar! Aunque claro, ¡mejor que no sea un ogro!"

Ambas se rieron sin saber que el destino les tenía preparado una sorpresa inesperada.

De repente, un estruendo resonó en el bosque. Un ogro enorme, con piel verde y ojos amarillos, apareció detrás de los árboles. Sin que pudieron reaccionar, el ogro se acercó rápidamente y, con su gran mano, tomó a Pauliflor en brazos.

"¡Te llevo a mi casa!" gritó el ogro.

"¡No, suéltame!" lloró Pauliflor.

Rosabella, aterrorizada, gritó:

"¡Suéltala, ogro! ¡Eres un monstruo!"

El ogro, sin embargo, no escuchó. Se llevó a su amiga a una cueva oscura en lo más profundo del bosque.

Pasaron los días, y Pauliflor se dio cuenta de que el ogro no era el monstruo que ella había imaginado. Aunque era un poco torpe y hablaba de manera extraña, tenía un buen corazón.

"Sé que soy grande y feo, pero no quiero hacerte daño. Solo necesito una amiga" le dijo el ogro con voz temerosa.

Pauliflor, sintiendo pena por él, le respondió:

"¿Amiga? Pero, ¡me has raptado!"

"Lo sé, y lo siento mucho. Pero no tengo amigos. Todos me temen por mi aspecto. Si te quedas conmigo, prometo que nunca te haré daño y te haré reír".

Pauliflor decidió darle una oportunidad. Con el tiempo, descubrió que el ogro era muy divertido y tenía un talento especial para contar historias. Se reían juntos, hicieron pompas de barro y hasta plantaron un jardín de flores junto a la cueva.

Mientras tanto, Rosabella no se dio por vencida. Se adentró en el bosque para rescatar a su amiga. Recordando las historias de valientes que había escuchado, se armó de valor.

"¡No puedo dejar que mi amiga esté sola con un ogro!" se dijo a sí misma.

Con su pequeña canasta de colores, se acercó a la cueva del ogro y gritó:

"¡Pauliflor! ¡Estoy aquí!"

El ogro, al escucharla, se asustó.

"¡Oh no! ¡Vino a rescatarte!"

Pauliflor, emocionada, corrió hacia la entrada y le dijo a Rosabella:

"No te asustes, ¡el ogro es bueno!"

"¿Bueno? Pero es un ogro..." dijo Rosabella, confundida.

"Sí, pero es un ogro que solo quiere ser amigo. Él me ha hecho reír y me ha ayudado a ver la belleza del bosque de otra manera".

Rosabella pensó en todo lo que había escuchado sobre los ogros y decidió darle una oportunidad al ogro.

"Si eres tan bueno como dice Pauliflor, ¿por qué no nos muestras lo que haces en tu tiempo libre?" propuso.

El ogro, emocionado, llevó a las chicas a su jardín, donde había cultivado flores hermosas de todos los colores.

"Miren, ¡puedo hacer crecer estas flores con solo darles amor y cuidado!" dijo el ogro con orgullo.

"¡Son preciosas!" exclamó Rosabella.

Y así, el ogro les mostró cómo cuidarlas y, poco a poco, la amistad entre ellos comenzó a florecer.

Con cada día que pasaba, las tres se convertían en grandes amigas, aprendiendo de las diferencias de cada uno y explorando el bosque juntas, creando nuevos recuerdos.

"¡Yo nunca imaginé que podría ser amigo de un ogro!" dijo Rosabella un día.

"Y yo nunca pensé que podría tener amigas tan valientes" respondió el ogro con una sonrisa.

"La amistad no tiene forma, ni tamaño. Viene del corazón" añadió Pauliflor.

Desde ese día, Pauliflor, Rosabella y el ogro vivieron muchas aventuras juntas, demostrando que las diferencias pueden acercar a las personas y que, a veces, lo más inesperado puede resultar ser la mejor amistad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!