La Aventura de Pedro y Beta
Un cálido día del verano, Pedro se sentó en el patio de su casa, mirando al cielo. La brisa suave le ofrecía compañía, pero su corazón no se sentía como el tiempo alrededor. Extrañaba a su perrito Beta, que había partido a vivir con la familia de su primo en otro barrio.
"¿Por qué tiene que estar tan lejos? Era mi mejor amigo", murmuró Pedro, acariciando el sillón donde Beta solía dormir.
Entonces, la abuela de Pedro, que estaba regando las plantas, lo escuchó y se acercó.
"¿Qué pasa, campeón?"
"Extraño a Beta, abuela. No puedo jugar con él ni hacerle mimos."
La abuela sonrió y pensó un momento.
"¿Qué te parece si hacemos una búsqueda del tesoro para recordarlo y llenarnos de buenos recuerdos?"
Pedro se iluminó al instante.
"¡Eso sería genial! ¿Cómo se hace?"
La abuela le explicó que podían crear pistas por toda la casa y el jardín. Con una hoja en blanco y unos lápices de colores, se pusieron a trabajar juntos.
Mientras creaban pistas, Pedro comenzó a recordar los momentos divertidos con Beta.
"Recuerdo cuando Beta perseguía a su pelota y siempre se caía, era tan torpe y gracioso."
La abuela rió y dijo:
"¡Sí! Y también cómo te lamía la cara cuando llegabas de la escuela. Cada vez que te veía, no podía contener la alegría. Esta aventura será para revivir esos momentos felices."
Con las pistas listas, Pedro y su abuela comenzaron la búsqueda. La primera pista los llevó a la cocina, donde encontraron una galletita en forma de hueso.
"¡Una galletita de perro!" gritó Pedro.
La segunda pista estaba en el jardín, junto a un árbol: una pelotita azul.
"¡Era la favorita de Beta!" exclamó Pedro con una sonrisa.
Cada pista los llenaba de alegría y risas, y pronto llegaría la última.
"¿Dónde estará la última pista?" se preguntó Pedro mientras miraba pensativo.
De pronto, se dio cuenta de algo.
"¡En mi habitación! Allí tengo su cama y todos sus juguetes. Vamos, abuela!"
Corrieron hacia su cuarto, donde encontraron la última pista, que era una carta. En ella decía:
"Para mi querido Pedro, siempre estaré en tu corazón, aunque esté lejos. Recuerda que la distancia no puede separar la amistad. Con amor, Beta."
Pedro se sintió aliviado y feliz.
"Beta siempre estará conmigo... no importa donde esté."
"¡Así es!" dijo la abuela, dándole un abrazo.
"Abuela, ¿podemos llamar a mi primo y ver si Beta puede volver por unos días?"
La abuela sonrió, pensando en la propuesta de Pedro.
"Claro que sí, valdrá la pena intentarlo. A veces, la distancia es solo un pequeño obstáculo para quienes se aman."
Pedro decidió llamar a su primo. Después de unas palabras, acordaron que Beta vendría a visitarlo por el fin de semana. Pedro brincó de alegría.
"¡Gracias por la idea de la búsqueda, abuela! Fue la mejor manera de recordarlo."
El fin de semana llegó y Beta apareció corriendo hacia Pedro con su cola moviéndose a mil por hora.
"¡Beta!" gritó Pedro, abrazándolo con fuerza.
Beta le lamió la cara, como siempre lo hacía, y Pedro no pudo evitar reír.
"¿Ves, Pedro? No importa cuán lejos estén, siempre volverán las personas y mascotas que amamos."
El día estuvo lleno de juegos, risas y más aventuras con Beta.
Una tarde, mientras jugaban en el parque, Pedro se dio cuenta de algo más importante.
"Abuela, nunca más me sentiré triste por extrañar a Beta. Lo llevaré siempre en mi corazón."
"Y siempre hay formas de hacer nuevos recuerdos, querido."
Pedro entendió que aunque a veces extrañamos a quienes amamos, siempre podemos encontrar formas de sentir su presencia en nuestras vidas.
Esa noche, al irse a dormir, sintió que Beta, aunque estuviera lejos, siempre sería su amigo y estaría en su corazón.
"Buenas noches, Beta, te quiero. Hasta mañana."
Y con una sonrisa, Pedro se quedó dormido, sabiendo que el amor verdadero nunca se apaga con la distancia.
FIN.