La Aventura de Pedro y su Cometa
Era un hermoso día en el pueblo de Villa Alegre, donde vivía un niño llamado Pedro. Pedro era un niño curioso y soñador, siempre mirando hacia el cielo, imaginando cómo sería volar como las aves.
Un día, mientras estaba en el parque, vio a unos chicos volando cometas de todos los colores.
- ¡Mirá esas cometas! - exclamó Pedro, emocionado.
Decidió que también quería tener una. Sin embargo, no tenía dinero para comprar una.
- ¿Qué puedo hacer? - se preguntó, frunciendo el ceño.
Un día, su abuelo, Don Francisco, lo visitó. Era un hombre sabio que solía contarle historias sobre sus propias aventuras en la niñez. Al enterarse de su deseo, Don Francisco sonrió.
- ¿Por qué no hacemos una cometa juntos, Pedro? - sugirió.
- ¡Sí! - respondió Pedro, brincando de alegría.
Ambos se pusieron manos a la obra. Usaron papel de colores y un poco de caña de bambú que encontró Don Francisco en su taller.
- No hay que olvidar los pasos importantes para hacer una buena cometa - explicó el abuelo. - Necesitamos que sea liviana y que tenga buen equilibrio.
Pedro se esforzó mucho, siguiendo las instrucciones de su abuelo. A medida que trabajaban, Pedro empezó a pensar en todos los colores que querría que tuviera su cometa.
- Quiero que tenga el arco iris - dijo Pedro, con los ojos brillando.
- ¡Buena elección! - aprobó Don Francisco. - El arco iris representa la alegría.
Finalmente, tras varios días de trabajo arduo y risas, lograron terminar la cometa. Estaba decorada con colores vibrantes y tenía la forma de un gran pez. Cuando la miraron, Pedro sintió una mezcla de orgullo y emoción.
- ¡Vamos a probarla! - dijo impulsivamente.
Se dirigieron al parque, donde Pedro vio que muchos chicos ya estaban disfrutando del día. Con un empujón decidido, lanzó su cometa al aire.
Al principio, la cometa apenas subió.
- ¡Vamos, subí! - gritó Pedro, moviendo la cuerda con fuerza. Pero la cometa caía de nuevo al suelo.
- A veces hay que tener paciencia, Pedro - le recordó Don Francisco, acariciándole el hombro. - No todo sale bien a la primera.
Sintiéndose un poco desanimado, Pedro respiró hondo y se concentro. Esta vez, cuando lanzó la cometa, se acordó de lo que su abuelo le había dicho : controlar la cuerda con suavidad. Con movimientos delicados y pacientes, la cometa comenzó a ascender en el cielo azul.
- ¡Lo logré! - gritó Pedro, mientras veía su cometa volar alto y hermoso.
Pero de repente, una ráfaga de viento sopló con fuerza, llevando la cometa hacia un árbol. El pez colorido quedó atrapado entre las ramas.
- ¡Oh no! - se lamentó Pedro. - Trabajamos tanto para hacerla.
- Tranquilo, Pedro - dijo Don Francisco. - Cada desafío es una oportunidad para aprender. Vamos a ver cómo podemos ayudar a la cometa.
Ambos se acercaron al árbol, intentando liberar la cometa. Pedro se sintió un poco nervioso pero recordó que la paciencia es clave.
- Quizás si trepo un poco por las ramas, pueda alcanzarla - propuso Pedro, mirando hacia lo alto.
Don Francisco lo observó, pero le dijo:
- Es peligroso. A veces lo mejor es pedir ayuda. ¿Quién más podría venir a ayudar?
Pedro pensó por un momento.
- ¡Los chicos del parque! - exclamó.
Entonces, se acercó a un grupo de niños que estaban volando cometas.
- ¿Me ayudan a recuperar mi cometa? - pidió Pedro, señalando el árbol.
- ¡Claro! - dijeron al unísono.
El grupo formó una cadena humana, donde uno de los chicos subió a un árbol vecino y pudo alcanzar la cometa.
- ¡Aquí está! - gritó, mientras la pasaba de mano en mano hasta que Pedro la recibió con ambas manos temblorosas de emoción.
- ¡Gracias, amigos! - exclamó Pedro, sonriendo de oreja a oreja.
- Es mejor compartir las alegrías y las penas - dijo Don Francisco, orgulloso.
Después de haber superado el obstáculo, Pedro miró al cielo y soltó la cometa nuevamente. Esta vez voló aún más alto. No solo había logrado volar su cometa, sino que también había aprendido el valor de la paciencia, la colaboración y la amistad.
- ¡Mirá, abuelo! ¡Es un pez volador! - dijo Pedro, saltando de alegría.
- Sí, y ya no tienes que soñar con volar. ¡Lo estás haciendo! - respondió Don Francisco, abrazándolo.
Desde ese día, cuando Pedro miraba al cielo con su cometa en mano, recordaba que cada pequeño desafío traía consigo una gran lección y que, con un poco de ayuda, todo era posible.
FIN.