La aventura de Pelusa
, vivía en una casa con su dueña, la señora Ana. Pelusa era una cachorra curiosa y siempre quería explorar todo lo que estaba a su alrededor. Un día, Pelusa decidió escaparse de la casa.
Pelusa corrió por las calles del barrio sin rumbo fijo. Se detenía para olfatear aquí y allá, pero luego seguía corriendo sin parar. De repente, se topó con un grupo de perros callejeros que estaban comiendo algo.
"Hola amigos, ¿qué están comiendo?" -preguntó Pelusa curiosa. "Es comida que encontramos en la basura" -respondió uno de los perros callejeros-. "No es muy sabrosa pero nos mantiene llenos".
Pelusa se sintió un poco triste al ver a sus nuevos amigos comiendo comida sucia y desagradable. Decidió ayudarlos a encontrar algo mejor para comer. "¡Esperen aquí!" -dijo Pelusa-. "Voy a buscar algo más rico para todos nosotros".
Pelusa corrió hasta el supermercado cercano y empezó a buscar algo apetitoso para sus amigos. Encontró algunas latas de comida para perros y las llevó rápidamente hacia donde estaban los otros perros. Los perros callejeros empezaron a comer felices mientras Pelusa miraba orgullosa desde lejos.
Pero entonces escucharon unos ladridos fuertes detrás de ellos. Era el dueño del supermercado quien había llamado a la perrera municipal porque vio a los perros callejeros comiendo cerca del lugar.
Los perros salieron corriendo asustados mientras Pelusa se quedaba paralizada sin saber qué hacer. "¡Vamos, Pelusa! ¡Corre!" -gritó uno de los perros callejeros mientras huían. Pelusa empezó a correr lo más rápido que pudo, pero un guardia la capturó y la llevó a la perrera municipal.
Allí, Pelusa se encontró con muchos otros perros abandonados y tristes. Pero ella no iba a dejar que esa fuera su vida. Empezó a ladrar para llamar la atención de las personas que pasaban por allí.
Finalmente, una señora llamada Carmen se detuvo frente a su jaula y le preguntó si quería ser adoptada. Pelusa saltaba emocionada en su jaula y movía su cola felizmente. Carmen entendió el mensaje y decidió llevarla a casa con ella.
A partir de ese día, Pelusa tuvo una familia amorosa que la cuidaba y protegía. Aprendió muchas cosas nuevas como sentarse, dar la pata e incluso ir al baño afuera de la casa.
Pero sobre todo aprendió que nunca debía rendirse ante las dificultades y siempre buscar ayuda cuando lo necesitara. Y así fue como Pelusa dejó atrás su vida callejera para comenzar una nueva aventura junto a quienes hoy son sus mejores amigos: Carmen y toda su familia.
FIN.