La Aventura de Pinocho en la Escuela Miguel Jhaster
Había una vez, en un pequeño pueblo, un niño de madera llamado Pinocho. Este no era un Pinocho cualquiera; había decidido ir a la Escuela Miguel Jhaster, donde aprendía junto a otros niños. Pinocho estaba muy emocionado de ir a la escuela por primera vez, y sobre todo porque había conocido a dos amigos muy especiales: Miguel y Diego.
Una mañana soleada, Pinocho y sus amigos estaban en el patio de la escuela, jugando al fútbol.
"¡Mirame, soy un crack!", exclamó Diego mientras hacía un gol espectacular.
"¡Increíble, Diego!", respondió Pinocho entusiasmado. Pero al intentar hacer un gol también, Pinocho se cayó de bruces, y sus piezas de madera hicieron un ruido que resonó.
"¡No te preocupes, Pinocho!", le dijo Miguel, ayudándolo a levantarse. "¡A todos nos pasa! Lo importante es seguir intentando."
Días después, en clase, la maestra Valeria presentó un proyecto sobre la amistad.
"Hoy vamos a hacer un mural sobre lo que significa ser buen amigo. ¿Quién quiere comenzar?"
"Yo quiero!", gritó Diego. "Propongo que hagamos dibujos de lo que más nos gusta de nuestros amigos."
"Me encanta la idea!", dijo Pinocho. "Voy a dibujar a Miguel y a vos, Diego, haciendo deportes juntos."
Los chicos se pusieron a trabajar, pero rápidamente se dieron cuenta de que les faltaban algunos materiales.
"No tengo pinturas", se quejó Diego.
"Y yo tengo pocos colores", agregó Miguel.
"¿Por qué no juntamos lo que tenemos y hacemos una lista de lo que necesitamos?", sugirió Pinocho.
Así fue como Pinocho, Miguel y Diego se hicieron un acuerdo: cada uno traería algo de su casa la próxima semana. En su entusiasmo, dejaron de lado la tarea de su proyecto, y el lunes llegó sin que nada estuviera listo. El lunes, se sintieron un poco culpables, pero decidieron hacer un esfuerzo extra.
Afuera de la escuela, Miguel dijo:
"Vamos a ponernos a trabajar juntos ahora. ¡Es mejor que seguir preocupándonos!"
"Sí, y cada uno puede aportar una idea para el mural", agregó Pinocho.
Esa tarde, sentados en un banco del parque, comenzaron a intercambiar ideas. Diego miró a sus amigos y dijo:
"Entiendo que tener los materiales es importante, pero lo que importa más es el esfuerzo que pongamos en esto juntos. Así que hagamos un plan."
"¡Exacto!", exclamó Pinocho. "Podemos conseguir pinturas utilizando papel de colores y haremos una lluvia de ideas para llenar el mural con nuestro talento."
La semana pasó rápido y todo el mundo en la clase se emocionó mucho por el mural que habían creado juntos. Pero el día de la entrega, Pinocho se sintió inseguro.
- “¿Y si a la maestra no le gusta? ”
- “Nadie sabe cuánto esfuerzo pusimos. Vamos a presentarlo con confianza”, le dijo Miguel.
- “Sí, y si a alguien no le gusta, al menos hicimos algo juntos, eso es lo que cuenta”, agregó Diego.
Cuando la maestra Valeria vio el mural, sus ojos se iluminaron:
"Es maravilloso, chicos! Han demostrado que la amistad y el trabajo en equipo son la clave para lograr grandes cosas."
Entonces, Pinocho se sintió muy aliviado y feliz.
"Al final, lo más importante no era tener todos los materiales, sino cómo nos apoyamos entre nosotros."
"¡Exacto! Suspendimos las preocupaciones y las transformamos en ideas. ¡Eso me gusta de nuestra amistad!", concluyó Diego.
Así, Pinocho, Miguel y Diego aprendieron que la verdadera amistad se construye en la colaboración y la comunicación, y además, comprenden que cada uno es especial a su manera, con talentos únicos. Desde ese día, su unión se hizo más fuerte, y juntos se aventuraron a enfrentar nuevos desafíos.
Y así, el pequeño Pinocho, junto a sus amigos, siguió descubriendo la magia de la amistad en la Escuela Miguel Jhaster, donde cada día era un nuevo capítulo en su maravillosa historia.
FIN.