La Aventura de Rosario y Erick



Era un día soleado en la ciudad de San Martín. Rosario, una niña curiosa y llena de energía, estaba sentada en el parque con su mejor amigo Erick. Ambos disfrutaban de la calidez del sol mientras jugaban con sus cometas, que danzaban en el aire como si fueran aves en libertad.

"¡Mirá cómo vuela mi cometa!", exclamó Rosario, observando cómo el viento la hacía girar.

"¡Es hermosa! Me encantaría que mi cometa volara así de alto", respondió Erick, un poco desanimado al ver que su cometa apenas se despegaba del suelo.

La tarde transcurría entre risas y juegos, pero Erick no podía dejar de pensar en su cometa. A medida que el sol comenzaba a ocultarse, decidió que quería hacer algo especial para que su cometa volara mejor.

"Rosario, ¿te gustaría ayudarme a arreglar mi cometa?", preguntó Erick con esperanza.

"¡Claro! Vamos a darle una mano a tu cometa para que vuele como el mío", respondió ella llenándose de entusiasmo.

Juntos se pusieron a trabajar. Usaron hilos, cintas, y todo lo que encontraron en casa de Erick. Pero tras varios intentos de arreglarla, la cometa seguía sin querer volar.

"Tal vez deberíamos probar un nuevo diseño. ¿Qué tal si hacemos una de papel?", sugirió Rosario.

"¡Eso suena genial! Pero, ¿cómo lo hacemos?", preguntó Erick.

Rosario recordaba que había visto un tutorial en internet sobre cómo hacer cometas de papel. Así que decidieron ir a la biblioteca del barrio para buscar ideas. Al llegar, encontraron un libro maravillado sobre cometas de todos los tipos.

"¡Mirá esto, Erick! Aquí dice que una cometa triangular es la más fácil de hacer", dijo Rosario.

"Y también tiene consejos para que vuele más alto. ¡Vamos a probar!", contestó Erick emocionado.

Regresaron a casa con un montón de papeles de colores y una gran sonrisa en sus rostros. Durante la noche, trabajaron juntos, cortando, pegando y riendo hasta que finalmente, su nueva cometa estaba lista.

Al día siguiente, salieron al parque para probarla. Rosario sostenía la cometa mientras Erick tiraba del hilo. Cuando dio una buena corrida, la cometa despegó del suelo más alto de lo que habían imaginado.

"¡Funciona! ¡Mirá que alto vuela!", gritó Erick, lleno de alegría.

"¡Es increíble! ¡Todo el trabajo valió la pena!", respondió Rosario, celebrando el éxito.

Sin embargo, en medio de su alegría, el viento cambió de dirección y la cometa empezó a caer.

"¡No! ¡Vamos, vuelve arriba!", exclamó Erick en un intento de hacerla volar nuevamente.

En ese momento, un grupo de chicos que estaban cerca observó lo que estaba sucediendo. Decidieron unirse a ayudar a Rosario y Erick.

"¡Yo tengo otro hilo!", gritó un niño.

"¡Y yo puedo correr!", agregó otra niña.

Juntos, formaron un gran equipo. Se turnaron para correr tras la cometa, varios de ellos sosteniendo el hilo, mientras otros animaban a Erick y Rosario.

¡Y en un giro inesperado! La cometa, empujada por una ráfaga de viento, volvió a elevarse aún más alto, hasta que se perdió en el cielo azul.

Tras un rato de esfuerzo y diversión, los nuevos amigos aplaudieron la hazaña.

"No podría haberlo hecho sin ustedes", dijo Erick, lleno de gratitud.

"¡Ni yo! ¡Es más divertido cuando trabajamos juntos! ¡", agregó Rosario.

Desde ese día, la amistad entre Rosario y Erick creció cada vez más, y también con sus nuevos amigos del parque. Juntos, aprendieron que a veces las cosas no salen como uno espera, pero con un poco de esfuerzo y la ayuda de los demás, se pueden lograr grandes cosas. La cometa no solo volaba alto, sino que también elevó sus corazones al cielo, llenándolos de alegría y camaradería.

Y así fue como Rosario y Erick, con la ayuda de sus amigos, descubrieron que la verdadera magia reside en el trabajo en equipo y la amistad, dos cosas que siempre los harían sentir como si estuvieran volando entre las nubes.

FIN.

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