La Aventura de Salvador el Valiente
Era una mañana soleada en Santiago de Chile, y en el Palacio de La Moneda, el presidente Salvador Allende se encontraba muy preocupado. Era un momento complicado, y sabía que necesitaba actuar rápidamente para protegerse a sí mismo y a su pueblo.
Un día, mientras estaba en su oficina revisando documentos, un pequeño pajarito se posó en la ventana.
"¡Pío, pío!", cantó el pajarito.
"Hola, pequeño amigo. ¿Qué haces aquí?" respondió Salvador, sonriendo al ver al ave tan valiente.
El pajarito, que se llamaba Pico, miró a Salvador con ojos brillantes.
"¡He venido a avisarte que hay que moverse, Salvador! ¡Se vienen tiempos difíciles!"
Salvador exclamó:
"Tienes razón, querido Pico. No puedo quedarme aquí sin hacer nada. Pero, ¿a dónde debo ir?"
Pico, moviendo su cabecita de un lado a otro, sugirió:
"Te llevaré a un lugar seguro, donde la gente te espera con los brazos abiertos y con mucho amor. ¡Sigue mis instrucciones!"
Con un suspiro de alivio, Salvador decidió confiar en su nuevo amigo. Juntos hicieron un plan. La misión sería escapar de La Moneda y dirigirse a un pequeño pueblo donde la gente siempre apoyaba a su presidente.
Al caer la tarde, Salvador salió del palacio disfrazado de campesino, con un sombrero y una capa. Era momento de seguir a Pico en su travesía.
"¡Vamos, Salvador!", dijo Pico.
Al salir, Salvador no pudo evitar sentirse un poco nervioso, pero cuanto más se alejaba, más confiado se sentía. Mientras caminaban, se encontraron con un grupo de niños jugando en un parque.
"¡Salvador! ¡Salvador!" gritaron algunos.
"Hola, chicos. Estoy de paso. ¿Quieren jugar?", preguntó Salvador con una gran sonrisa.
"¡Sí! ¡Juguemos a las escondidas!", gritaron todos.
Salvador decidió que un breve juego no le haría daño. Se unió a ellos y todos se reían mientras contaban desde diez. Los niños se escondieron por todo el lugar, y Salvador, muy divertido, los buscaba uno a uno.
Tras el juego, los niños se acercaron y le dijeron:
"¡Eres el mejor presidente! ¡No te dejes vencer!"
Este aliento lo llenó de energía.
"Gracias, pequeños. Siempre recordaré su apoyo. Ahora debo seguir mi camino, al igual que cada uno de ustedes sigue buscando sus sueños".
Continuaron avanzando, y al llegar a la esquina de la ciudad, se toparon con una vendedora de flores. Ella era muy amable y reconoció a Salvador al instante.
"¡Señor Presidente! ¡No puedo creer que estés aquí!" exclamó emocionada.
"Sí, estoy de paso, necesito escapar por el momento, pero volveré", dijo Salvador con una sonrisa.
La vendedora le dio un ramo de flores.
"Toma, esto te recordará siempre la fuerza de nuestro pueblo y cómo juntos podemos superar lo que venga".
Salvador, con lágrimas en los ojos, agradeció su gesto.
Juntos, Pico y Salvador continuaron su camino, y con cada encuentro, se llenaba más de esperanza y valentía. La gente lo miraba con admiración, y él entendió que no estaba solo.
Finalmente, llegaron al pequeño pueblo. Allí, los habitantes lo recibieron con abrazos, risas y celebraciones.
"¡Has llegado, Salvador! Sabíamos que vendrías", dijeron todos.
El pueblo organizó una fiesta en su honor. Había música, bailes y comida. La alegría envolvía el aire, y Salvador sintió un gran alivio en su corazón.
Durante la celebración, Salvador se subió a una pequeña tarima y, con Pico en su hombro, habló al pueblo:
"Amigos, aunque los tiempos sean difíciles, nunca debemos perder la esperanza. Juntos, somos más fuertes. La verdadera libertad no es sólo un lugar, sino la fuerza que tenemos cuando estamos unidos".
Y así, Salvador aprendió que en los momentos complicados, la esperanza, la valentía y la unión del pueblo son su mejor refugio. Al final de la fiesta, Pico voló alto hacia el cielo, y Salvador supo que ese pajarito siempre sería su amigo en cualquier aventura.
**Moraleja:** En momentos difíciles, la amistad y la unión de las personas son más poderosas que cualquier obstáculo. Siempre hay esperanza cuando estamos juntos, apoyándonos unos a otros.
FIN.