La Aventura de Santiago y Mariposita
Era un día soleado en el barrio de Santiago. Con el cielo azul y algunas nubes esponjosas, Santiago decidió que era un buen momento para sacar a pasear a su perrita, Mariposita, una pequeña mascota con un pelaje suave y unas orejas que parecían alas de mariposa.
"¡Vamos, Mariposita!", le dijo Santiago mientras le ponía su correa rosa.
Salieron de casa y comenzaron a caminar por la vereda, disfrutando del aire fresco. Santiago siempre disfrutaba de esos paseos, porque Mariposita era muy juguetona y le encantaba corretear tras de las mariposas que danzaban de flor en flor.
"Mirá, Mariposita, hay unas mariposas! Vamos a seguirlas!", exclamó Santiago emocionado.
Mariposita, con su espíritu curioso, empezó a correr tras de las mariposas mientras Santiago la seguía. De repente, ¡puff! Un grupo de mariposas voló hacia el parque del barrio y se fueron volando lejos. Santiago y Mariposita decidieron seguirlas, repletos de alegría y asombro.
Mientras corrían hacia el parque, Santiago notó que en el camino había un grupo de niños jugando a la pelota. Uno de los pelotazos se desvió y terminó justo a sus pies.
"¡Ey! ¡Devolvémosela!", sugirió Santiago a Mariposita, que movía su cola como si entendiera su propuesta.
Santiago tomó la pelota y se acercó a los niños.
"¿Quieren que les devuelva la pelota?", preguntó con una sonrisa.
"¡Sí, por favor!", respondió uno de los chicos.
Santiago lanzó la pelota de vuelta y los niños comenzaron a reír y a aplaudir. En agradecimiento, uno de ellos le ofreció a Santiago unirse al juego.
"¿Quieres jugar?", le preguntó.
"Claro que sí!", dijo Santiago, emocionado.
Así que Santiago dejó a Mariposita jugar con él y los niños en el parque. Mariposita, por su parte, salía corriendo de un lado a otro, buscando siempre ser parte de la diversión.
Después de un buen rato de juego, Santiago notó que Mariposita se había alejado un poco. Miró con atención y vio que estaba detrás de un arbusto, mirando un grupo de mariposas que había aterrizado.
"Mariposita, ¡ven aquí!", le llamó.
Pero Mariposita, fascinada por las mariposas, solo movía su cola. Santiago decidió ir a buscarla. Cuando llegó, vio que la mariposa más grande había posado frente a Mariposita, como si quisieran jugar juntas.
"¡Guau, qué bonito!", dijo Santiago mientras se agachaba para observar.
Entonces, de repente, Mariposita se asustó y salió corriendo hacia Santiago.
"¿Qué pasó, Mariposita? No te asustes", le dijo acariciándola.
Algo en el comportamiento de las mariposas había asustado a su pequeña amiga. Santiago se dio cuenta de que a veces, justo como Mariposita, no todos somos valientes ante lo desconocido.
"Está bien tener miedo a lo nuevo, pero siempre podemos intentarlo juntos", le dijo mientras ellos dos se acercaban al lugar donde estaban las mariposas.
Santiago tomó valor y dijo:
"Vamos a observarlas desde aquí, despacito. No tenemos que asustarlas, solo admirarlas".
Mariposita se calmó y se quedó cerca de Santiago, entendiendo que estaban en un lugar seguro. Observaron a las mariposas que volaban y al momento, dos de ellas se acercaron a ellos.
"¡Mirá, Mariposita! ¡Nos están saludando!", decía Santiago.
Mariposita movía su cola, pues ahora estaba curiosa. Pero no corrió hacia las mariposas; esta vez, se quedó tranquila a su lado.
Luego de un rato, el sol comenzó a esconderse tras los edificios.
"Es hora de volver a casa, Mariposita", anunció Santiago.
Volvieron a casa contentos, con el corazón lleno de nuevas aventuras y lecciones aprendidas.
"Hoy entendí que la valentía no significa no tener miedo, sino enfrentarlo con amor y curiosidad", reflexionó Santiago.
Y así, mientras se acomodaban para dormir, Mariposita y Santiago soñaron juntos con todas las mariposas que aún les quedaba por conocer, listos para nuevas aventuras mañana.
FIN.