La Aventura de Sapatia y su Amiga
Había una vez, en un barrio tranquilo de Buenos Aires, una niña llamada Sofía. Sofía tenía dos años y medio, y su mayor alegría era jugar con Sapatia, un gato de suaves pelaje y ojos brillantes que vivía en la casa de su amiga Montse.
Cada vez que Sofía iba a visitar a Montse, lo primero que hacía era buscar a Sapatia.
"¡Sapatia! ¡Sapatia!" - llamaba Sofía mientras corría hacia el jardín, agitando sus manitos.
Sapatia siempre respondía a su llamado con un suave maullido y un salto elegante. Juntos, se pasaban horas jugando entre las flores. Sofía le lanzaba pelotitas de papel y Sapatia corría detrás de ellas, saltando y girando en el aire como si fuera un pequeño acróbata.
Un día, Montse le propuso a Sofía una aventura.
"Hoy vamos a buscar un tesoro escondido, ¿te animás?" - le preguntó Montse sonriendo.
Los ojitos de Sofía brillaron de emoción.
"Sí, sí, sí, quiero buscar el tesoro con Sapatia" - gritó Sofía, saltando de alegría.
Montse les dio pistas dibujadas en un papel. La primera pista decía: "Busca donde hay muchas flores de colores". Sofía miró a su alrededor, buscando con atención.
"¡Allí, en el jardín!" - exclamó, señalando un montón de flores.
Sapatia la siguió mirando curiosamente, mientras Sofía se agachaba y empezaba a buscar entre las plantas. De repente, encontró algo brillante.
"¡Mirá, Montse! ¡Es una moneda dorada!" - gritó Sofía, levantando la moneda emocionada.
"¡Eso es genial, Sofía! Pero el tesoro no termina aquí, sigamos buscando" - dijo Montse sonriendo.
La siguiente pista los llevó a la sombra de un gran árbol, donde había una caja de madera pequeña. Sofía abrió la caja emocionada y dentro vio un montón de sapitos de juguete.
"¡Son sapitos!" - rió Sofía, mientras Sapatia se acercaba a investigar.
Sofía comenzó a jugar con los sapitos, haciéndolos saltar por el césped. Pero en un momento, los sapitos empezaron a rodar hacia un lugar oscuro detrás de un arbusto. Sapatia, curioso, se fue detrás de ellos. Pero de repente, algo raro pasó.
"Miau!" - gritó Sapatia con un maullido inesperado. Sofía se dio cuenta de que había un pequeño nido de pájaros en ese lugar.
"¡Sapatia, no!" - empezó a correr,
pero llegó a tiempo y detuvo a su amigo antes de que pudiera tocar a los pajaritos.
"Debemos dejar a los pajaritos tranquilos" - le explicó Sofía, mientras acariciaba a Sapatia para calmarlo.
Montse se unió a ellas y dijo:
"¡Excelente trabajo, Sofía! Observaste y cuidaste a los pajaritos. Eso es ser un buen amigo de la naturaleza" - le dijo Montse orgullosa.
Siguiendo el mapa, llegaron a la última pista que decía: "Mira al cielo y sueña con las estrellas". Sofía miró hacia arriba, y vio que ya comenzaba a oscurecer. Las estrellas empezaban a brillar, y en ese momento, Sapatia comenzó a maullar intensamente mirando hacia un arbusto.
"¿Qué pasa, Sapatia?" - preguntó Sofía intrigada.
Sin esperar, Sapatia corrió hacia el arbusto y comenzó a rascarlo. Sofía y Montse lo siguieron, y al llegar allí, encontraron un pequeño cofre. Cuando lo abrieron, encontraron dulces y sorpresas adentro.
"¡Es un tesoro! ¡Tenemos un tesoro de verdad!" - dijo Montse mientras Sofía reía y celebraba con Sapatia.
Y así, Sofía, Montse y Sapatia disfrutaron de su tesoro bajo las estrellas, aprendiendo que a veces el mejor tesoro es cuidar y valorar la naturaleza que nos rodea, y que la amistad es lo más importante de todas las aventuras.
Desde aquel día, Sofía y Sapatia siguieron compartiendo hermosos momentos, siempre explorando y aprendiendo juntas, formando un lazo irrompible de cariño y respeto por el mundo que las rodeaba.
FIN.