La aventura de Sebastián y la ardilla
Un hermoso día de sol, Sebastián salió al parque a jugar a la pelota. Con su camiseta roja y sus zapatillas blancas, estaba listo para disfrutar de una tarde llena de diversión.
Se colocó en el centro del campo y pateó la pelota con todas sus fuerzas. La pelota voló por el aire, pero algo inesperado ocurrió: ¡se le fue la pelota! Fue tan alto el tiro que se perdió entre los árboles del parque.
Sebastián se quedó mirando hacia arriba con los ojos bien abiertos y una gran sorpresa en su rostro. No podía creer lo que había pasado.
"¡Ay no! ¿Qué hago ahora? Mi mamá me va a regañar si pierdo mi pelota", pensaba preocupado mientras buscaba alguna solución para recuperarla. Decidió ir tras ella sin perder un segundo más. Corrió hacia donde había visto desaparecer la pelota y llegó hasta un pequeño sendero rodeado de arbustos altos.
Sin dudarlo, se internó en ese camino desconocido con la esperanza de encontrar su preciado objeto. Mientras avanzaba entre los arbustos, escuchó un ruido extraño proveniente de un árbol cercano.
Miró hacia arriba y vio a una ardilla traviesa jugando con su pelota sobre las ramas. "¡Eh, esa es mi pelota!" exclamó Sebastián sorprendido y emocionado al mismo tiempo. La ardilla saltaba de rama en rama mientras sostenía la pelota entre sus patitas hábiles. Parecía estar disfrutando de aquel juego improvisado.
Sebastián sabía que debía recuperar su pelota, pero no quería asustar a la ardilla. "¡Hola amiguita! Esa pelota es mía y me gustaría que me la devolvieras, por favor", le dijo Sebastián con una sonrisa amistosa.
La ardilla lo miró con curiosidad y soltó la pelota en el aire. Esta cayó justo en las manos de Sebastián, quien dio un pequeño salto para atraparla. "¡Gracias!" exclamó Sebastián emocionado mientras abrazaba su pelota con cariño.
La ardilla parecía haber entendido el mensaje de Sebastián y decidió bajar del árbol para acercarse a él. Con cautela, se acercaron uno al otro y comenzaron a jugar juntos en el parque.
Saltaban, corrían y compartían risas mientras disfrutaban de aquel encuentro inesperado. Sebastián aprendió una valiosa lección ese día: aunque las cosas no siempre salgan como esperamos, nunca debemos rendirnos ni perder la esperanza. Siempre hay una solución si estamos dispuestos a buscarla con determinación y amabilidad.
Desde aquel día, Sebastián visitaba el parque todos los días con su nueva amiga ardilla. Juntos seguían jugando a la pelota y explorando nuevas aventuras llenas de diversión.
Y así fue cómo una simple pérdida se convirtió en un encuentro especial que cambió la vida de Sebastián para siempre.
FIN.