La aventura de Sofía



Era una mañana soleada y fresquita en el barrio de Flores. Sofía, una niña con una gran sonrisa y una mochila llena de provisiones, decidió que era el día perfecto para visitar a su amiga Valentina, que vivía al otro lado del parque.

"¡Mamá! ¡Me voy a la casa de Valen!" - gritó Sofía mientras se ponía sus zapatillas y salía corriendo por la puerta.

"¡Ten cuidado y no te distraigas!" - le respondió su mamá desde la cocina.

Sofía se sentía emocionada. Caminó alegremente por el sendero del parque, disfrutando de los pájaros cantar y de los árboles que danzaban por el viento. Sin embargo, mientras trotaba, Sofía vio una mariposa azul que revoloteaba juguetonamente.

"¡Wow!" - exclamó Sofía. "¡Qué hermosa!"

Siguiendo la mariposa, Sofía se adentró por un camino que nunca había visto. Después de unos minutos, la mariposa desapareció y Sofía se dio cuenta de que no conocía el lugar.

"Oh, no. ¿Dónde estoy?" - murmuró, preocupándose al observar que el parque no parecía familiar. Empezó a caminar, tratando de encontrar un camino que reconociera, pero cada dirección parecía ser más confusa.

Pasó un rato, y aunque había algunas personas por ahí, todas estaban muy ocupadas. Sofía miró a su alrededor buscando a alguien que conociera. Entonces se dio cuenta de que estaba sola. Se sentó en un banco del parque y comenzó a sentir un nudo en el estómago.

"Tengo que encontrar a Valen..." - suspiró para sí misma.

De repente, vio a un perrito que se acercaba moviendo la cola.

"¡Hola, perrito!" - dijo Sofía, con una sonrisa.

"¿Tú sabes dónde está la casa de Valentina?"

El perro, como si la estuviera entendiendo, comenzó a ladrar y a correr en una dirección. Sofía, entusiasmada, decidió seguirlo. Mientras corrían, el perro pareció conocer los atajos. Por momentos, Sofía pensaba que ya no la podría encontrar, pero el perrito era como un guía fiel.

Finalmente, después de brincar entre los arbustos y saltar algunas veredas, llegaron a un pequeño callejón que Sofía reconoció.

"¡Sí, es por aquí!" - gritó emocionada.

Siguió al perrito hasta que, por fin, llegó a la puerta de la casa de Valentina.

"¡Valen!" - llamó Sofía.

Valentina salió corriendo, sorprendida de ver a su amiga. "¡Sofi! ¡Te estaba esperando! ¿Por qué tardaste tanto?"

Sofía se arrodilló y acarició al perrito.

"Me perdí en el camino, pero este perrito me encontró y me trajo aquí."

Valentina se agachó para acaricia al perro también. "¡Qué buen amigo!"

A partir de ese día, Sofía aprendió la importancia de prestar atención a los caminos y no distraerse. Pero también descubrió que a veces, incluso en los momentos difíciles, siempre hay alguien dispuesto a ayudar.

Con el tiempo, el buen perrito se convirtió en el compañero de aventuras de ambas niñas. Se llamaba Pipo, y cada mañana, las tres exploraban el barrio juntas, siempre cuidándose y asegurándose de que ninguna de ellas se perdiera.

Así, Sofía no solo aprendió a conocer su barrio, sino que también hizo nuevas amigas en el camino. Y aunque tuvo miedo al principio, se dio cuenta de que cada aventura, incluso las que empiezan de forma inesperada, puede llevarte a maravillosos descubrimientos si tienes la actitud adecuada.

FIN.

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