La Aventura de Sofía la Responsable
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, una niña llamada Sofía. Sofía era la más aplicada de su aula. Siempre hacía su tarea a tiempo, nunca faltaba a la escuela y siempre ayudaba a sus compañeros. Le encantaba ser responsable. –¿Vas a jugar con nosotros, Sofía? –preguntó su amigo Tomás un día después de clase. –No puedo, Tomás. Tengo que terminar un proyecto sobre los animales de la selva –respondió Sofía con una sonrisa. A pesar de que le encantaba jugar, siempre priorizaba sus responsabilidades.
Un día, la maestra Ana anunció que habría una exposición en la escuela. Todos debían presentar un proyecto creativo. –¡Sería genial que todos hiciéramos un solo proyecto en grupo! –sugirió Juan, un compañero un poco desorganizado. Sofía, aunque le gustaba trabajar sola, pensó que quizás sería divertido colaborar. –Está bien, pero necesitamos organizarnos muy bien para que todo salga perfecto –dijo.
El grupo se reunió en casa de Sofía. Todos aportaron ideas, pero Juan y varios de los chicos comenzaron a jugar con las herramientas y a hacer ruido. Sofía, que se sentía un poco frustrada, decidió intervenir. –Chicos, tenemos que concentrarnos. Este proyecto es importante –les recordó. –Vamos, Sofía, no seas tanta amarrete –bromeó Juan. La tensión creció, pero Sofía mantuvo la calma. –No soy una amarrete, solo quiero que hagamos algo increíble. ¿Qué les parece si cada uno elige una parte del proyecto y después juntamos todo? –propuso.
Los chicos aceptaron la idea y, aunque al principio se dispersaron un poco, lograron completar sus tareas. Cada uno trajo su parte el día de la exposición. Sofía, mientras tanto, había trabajado en la presentación y en el diseño del cartel. Pero cuando llegó el día de la exposición, sucedió algo inesperado. Juan no trajo su parte, porque se pasó la noche jugando videojuegos con su hermano. –No puedo creerlo, Juan. Esto es muy irresponsable –se quejó Sofía. –Lo sé, pero pensé que iba a poder –confesó Juan con tristeza.
Sofía sintió que el trabajo de todos estaba en peligro, pero decidió que no era momento de dar por perdido el esfuerzo del grupo. Organizó una reunión de emergencia. –¿Y si hacemos una parte del proyecto improvisada? Hay que ayudar a Juan –dijo Sofía con determinación. Aunque algunos chicos estaban un poco reticentes, aceptaron trabajar juntos para crear algo rápido.
Mientras todos empezaban a trabajar, Sofía compartió su visión. –Podemos ser creativos. Vamos a explicarle a la clase qué materiales necesitábamos y cómo Juan podría presentar su parte, incluso si se lo inventa –sugirió. Al final, el grupo logró crear una exposición magnífica. La maestra Ana quedó sorprendidísima. –¡Qué presentación tan creativa! –exclamó. Y los compañeros de Sofía aplaudieron con entusiasmo. –¡Sofía, sos una genia! Sin vos no lo hubiéramos podido hacer –dijo Tomás.
Esa experiencia hizo que Juan aprendiera sobre responsabilidad. Prometió nunca más dejar todo para el último minuto. –Gracias, Sofía, por ayudarme. Ahora entiendo que la responsabilidad es muy importante –dijo Juan. Sofía sonrió al escuchar eso y se dio cuenta de que, aunque ser responsable era fundamental, también lo era saber trabajar en equipo y ayudar a los demás. Y así, desde ese día, su grupo se volvió más unido, y todos aprendieron a combinar diversión con responsabilidad.
FIN.